La pata de mono
(The Monkey's Paw)
Adaptación del relato de
William Wymark Jacobs
INDIA. CAMPAMENTO REBELDE. EXT. DÍA.
Una cuadrilla de infantería británica
colonialista, vestida con el tradicional casco salacot y uniforme marrón, busca
supervivientes entre los cadáveres de un grupo de rebeldes hindúes tiroteados.
Un malherido superviviente dice a un soldado.
REBELDE HINDÚ
M-médico… médi…
El soldado le dispara a la cara.
La pólvora del tiroteo flota en el aire,
actúa a modo de niebla y complica la búsqueda. Otro de los soldados encuentra
algo entre los restos que le llama la atención: el cadáver de uno de los
rebeldes tiene entre sus manos una exótica pata de mono. Está cerrada como un
puño.
CASA DE LOS WHITE. NOCHE.
La pata de mono descansa sobre el regazo
del señor White, ahora la zarpa está abierta. El señor White sacude la ceniza
de su pipa en la palma de la pata mientras lee
una carta a su mujer:
SEÑOR WHITE
“…Ya me queda
poco para reunir las doscientas libras, madre. Pronto podré pagar la hipoteca
de la granja y volveré a vuestro lado.”
El señor White deja de leer y gruñe a su
esposa.
SEÑOR WHITE
Este chico…
Jugarse la vida por doscientas cochinas libras…
¡Si lo que nosotros
queremos es que regrese a casa!
Su mujer le chista y le señala la carta
para que siga leyendo.
SEÑOR WHITE
“…Os envío un
regalo, un exótico cenicero muy común en la India entre la gente de clase alta.
La añoro a usted y a padre cada día. Atentamente, tu hijo Herbert.”
El señor y la señora White se toman de la
mano de forma afectuosa, para darse apoyo mutuo.
El señor White observa algo extraño en la
pata de mono. Ahora uno de sus dedos está cerrado.
FACHADA CASA WHITE. HUERTO. DÍA.
El matrimonio White trabaja en el huerto
con el Sol a sus espaldas.
MORRIS
Buenos días,
señor White.
Quien les saluda es un joven cartero en
bicicleta de cara pecosa y cabello pelirrojo.
SEÑOR WHITE
Buenos días,
Morris. Aprieta el Sol, ¿eh?
Morris se seca el sudor con la manga de la
camisa.
MORRIS
¿Podrían darme un
vaso de agua, por favor?
La señora White marcha al interior de la
casa.
El joven cartero pasa un montoncito de
cartas al señor White.
SEÑOR WHITE
¿Ya te vas
acostumbrando a las cuestas del pueblo, jovencito?
Morris responde con el aliento
entrecortado.
MORRIS
No… señor…
El señor White ojea las cartas con desgana.
Todas son facturas. Pero se detiene en una de ellas, la separa del resto para
mirarla con más atención. Es un sobre blanco, impoluto. En él, solo hay escrita
una frase a máquina:
‘Para Mr. y Mrs.
White’
La señora White da el vaso de agua al joven
cartero mientras mira con curiosidad el sobre que sostiene su marido.
SEÑORA WHITE
¿Qué es, cariño?
El hombre abre el sobre. Saca el papel que
hay en su interior. La pareja queda boquiabierta al ver el contenido.
SEÑORA WHITE
N-no puede ser…
SEÑOR WHITE
Tiene… tiene que
ser una broma…
Es un cheque por valor de doscientas
libras.
El hombre muestra el sobre y el cheque a
Morris.
SEÑOR WHITE
¿Tú sabes qué
significa esto?
El joven solo acierta a encogerse de
hombros. La señora White se santigua:
SEÑORA WHITE
Es un milagro.
Pero Morris añade pensativo:
MORRIS
Puede… puede que
sea una herencia.
SEÑOR WHITE
¿Una herencia?
MORRIS
El viejo señor
Paterson siempre decía que el correo va más rápido que los abogados.
SEÑOR WHITE
Nosotros no
tenemos ningún familiar con tanto dinero, Morris. No… Sin duda se trata un
milagro.
CEMENTERIO. DÍA.
El ataúd desciende al fondo de la fosa, las
cuerdas que lo sostienen y lo depositan en el fondo son sujetas por soldados
del ejército británico. Una monstruosa tromba de agua cae sobre los invitados
del funeral y sobre la caja, que va cubierta con la bandera de Gran Bretaña.
El señor y la señora White están en shock.
Tienen la mirada ausente. Uno de los soldados hace entrega al señor White del
salacot de su hijo y le hace un saludo militar. El señor White no le responde,
se limita a aferrar contra su pecho la última pertenencia de su hijo.
CASA DE LOS WHITE. NOCHE.
La pareja está completamente destrozada.
Ella llora junto a la ventana, la lluvia golpea el cristal con fuerza. Él está
hundido en su sillón, mordisqueando su pipa, perdido en sus propios
pensamientos.
Al alzar la mirada, se sorprende al
encontrarse a su esposa de pie, frente a él. La señora White le muestra algo
que lleva en su regazo. Acerca la mano a la luz de una vela. El señor White ve
aterrorizado que se trata de la pata de mono.
SEÑORA WHITE
Yo también lo vi…
Vi como esta asquerosa pata de mono se movía cuando pediste las doscientas
libras.
SEÑOR WHITE
Eso es una
locura. No digas tonterías.
SEÑORA WHITE
¡Entonces
explícame por qué no estás fumando!
Esta vez el señor White no sabe qué
responder.
SEÑOR WHITE
D-deberíamos
acostarnos. Es evidente que necesitamos dormir un poco.
El marido se levanta, nervioso. La mujer le
acerca la pata de mono con gesto decidido.
SEÑORA WHITE
¡Demuéstrame que
me equivoco!
El hombre da la espalda a su mujer y se
dirige al dormitorio. Ella le persigue.
SEÑORA WHITE
¡Demuéstrame que
me equivoco o… o…! ¡O me voy a volver loca!
Él ve la desesperación en el desencajado
rostro de su esposa. Una profunda compasión le invade. Le quita la zarpa de las
manos.
SEÑOR WHITE
¡Voy a hacer esto
solo una vez, ¿de acuerdo?! ¡Después te meterás en la cama y nunca volveremos a
hablar del tema!
Ella asiente, con los ojos llenos de
esperanza. La valentía del señor White desaparece al ver de nuevo la pata de
mono entre sus manos. Aprieta los dientes y sentencia con voz firme:
SEÑOR WHITE
Quiero que
nuestro hijo vuelva a la vida.
Entonces sucede. Los dos lo ven claramente:
La pata de mono cierra uno de sus dedos. Ambos dan un respingo. El hombre deja
caer la pata de mono al suelo, la mujer grita con alegría.
SEÑORA WHITE
¡¿Lo has visto?!
¡Lo has visto!
SEÑOR WHITE
D-Dios mío…
La mujer descorre las cortinas, otea el
exterior de la casa con una sonrisa trastornada.
SEÑORA WHITE
¡Herbert…!
¡Herbert…!
SEÑOR
WHITE
¿Qué… ¡QUÉ HEMOS
HECHO!? ¿¡QUÉ HEMOS HECHO?!
Un golpe ensordecedor resuena en toda la
casa. La puerta de la entrada se agita con un segundo golpe. La señora White se
lanza a la puerta.
SEÑORA WHITE
¡Herbert!
¡Herbert!
Pero su marido la retiene con fuerza.
SEÑOR WHITE
¡Cariño,
escúchame, por Dios…!
SEÑORA WHITE
¡Suelta! ¡Déjame!
SEÑOR WHITE
Cariño, escucha… N-no
quería decírtelo, pero… pero apenas pude reconocerle cuando me mostraron el
cuerpo…
Las lágrimas
surcan las arrugas del rostro del señor White.
A nuestro pobre
hijo lo aplastó un elefante, ¿entiendes?
Y su cuerpo… ¡su
cuerpo pasó más de un mes en las bodegas de un barco!
SEÑORA WHITE
¡Aparta! ¡¿Crees
que temo al hijo que he criado?!
La mujer se zafa de su marido y corre a la
puerta de entrada.
SEÑORA WHITE
¡Ya voy, hijo!
¡Ya voy!
Nuevos golpes hacen estremecer la puerta
con más violencia.
El señor White coge una vela de la mesa y
busca por el suelo.
Más golpes. Ensordecedores. La mujer quita
la tranca de la puerta.
SEÑORA WHITE
¡Estoy aquí,
Herbert! ¡Estoy aquí!
El señor White encuentra la pata de mono,
está debajo de un mueble. La mujer quita el último cerrojo. El anciano no logra
alcanzar la pata. Ella gira el pomo de la puerta. El señor White consigue tocar
la pata con la punta de los dedos. La mujer abre la puerta de par en par. Los
labios del señor White murmuran su último deseo.
Y la mujer se lanza al exterior.
SEÑORA WHITE
¡HERBERT!
El porche está desierto, tranquilo. No hay
nadie allí.
SEÑORA WHITE
¿Her… Herbert…?
¿Herbert…?
La pata de mono, oculta de la luz bajo el
mueble, vuelve a estar cerrada como un puño.
FIN
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