miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA PATA DE MONO

La pata de mono

(The Monkey's Paw)

Adaptación del relato de
William Wymark Jacobs


INDIA. CAMPAMENTO REBELDE. EXT. DÍA.
Una cuadrilla de infantería británica colonialista, vestida con el tradicional casco salacot y uniforme marrón, busca supervivientes entre los cadáveres de un grupo de rebeldes hindúes tiroteados. Un malherido superviviente dice a un soldado.
REBELDE HINDÚ
M-médico… médi…
El soldado le dispara a la cara.
La pólvora del tiroteo flota en el aire, actúa a modo de niebla y complica la búsqueda. Otro de los soldados encuentra algo entre los restos que le llama la atención: el cadáver de uno de los rebeldes tiene entre sus manos una exótica pata de mono. Está cerrada como un puño.

CASA DE LOS WHITE. NOCHE.
La pata de mono descansa sobre el regazo del señor White, ahora la zarpa está abierta. El señor White sacude la ceniza de su pipa en la palma de la pata mientras lee  una carta a su mujer:
SEÑOR WHITE
“…Ya me queda poco para reunir las doscientas libras, madre. Pronto podré pagar la hipoteca de la granja y volveré a vuestro lado.”
El señor White deja de leer y gruñe a su esposa.
SEÑOR WHITE
Este chico… Jugarse la vida por doscientas cochinas libras…
¡Si lo que nosotros queremos es que regrese a casa!
Su mujer le chista y le señala la carta para que siga leyendo.
SEÑOR WHITE
“…Os envío un regalo, un exótico cenicero muy común en la India entre la gente de clase alta. La añoro a usted y a padre cada día. Atentamente, tu hijo Herbert.”
El señor y la señora White se toman de la mano de forma afectuosa, para darse apoyo mutuo.
El señor White observa algo extraño en la pata de mono. Ahora uno de sus dedos está cerrado.

FACHADA CASA WHITE. HUERTO. DÍA.
El matrimonio White trabaja en el huerto con el Sol a sus espaldas.
MORRIS
Buenos días, señor White.
Quien les saluda es un joven cartero en bicicleta de cara pecosa y cabello pelirrojo.
SEÑOR WHITE
Buenos días, Morris. Aprieta el Sol, ¿eh?
Morris se seca el sudor con la manga de la camisa.
MORRIS
¿Podrían darme un vaso de agua, por favor?
La señora White marcha al interior de la casa.
El joven cartero pasa un montoncito de cartas al señor White.
SEÑOR WHITE
¿Ya te vas acostumbrando a las cuestas del pueblo, jovencito?
Morris responde con el aliento entrecortado.
MORRIS
No… señor…
El señor White ojea las cartas con desgana. Todas son facturas. Pero se detiene en una de ellas, la separa del resto para mirarla con más atención. Es un sobre blanco, impoluto. En él, solo hay escrita una frase a máquina:
‘Para Mr. y Mrs. White’
La señora White da el vaso de agua al joven cartero mientras mira con curiosidad el sobre que sostiene su marido.
SEÑORA WHITE
¿Qué es, cariño?
El hombre abre el sobre. Saca el papel que hay en su interior. La pareja queda boquiabierta al ver el contenido.
SEÑORA WHITE
N-no puede ser…
SEÑOR WHITE
Tiene… tiene que ser una broma…
Es un cheque por valor de doscientas libras.
El hombre muestra el sobre y el cheque a Morris.
SEÑOR WHITE
¿Tú sabes qué significa esto?
El joven solo acierta a encogerse de hombros. La señora White se santigua:
SEÑORA WHITE
Es un milagro.
Pero Morris añade pensativo:
MORRIS
Puede… puede que sea una herencia.
SEÑOR WHITE
¿Una herencia?
MORRIS
El viejo señor Paterson siempre decía que el correo va más rápido que los abogados.
SEÑOR WHITE
Nosotros no tenemos ningún familiar con tanto dinero, Morris. No… Sin duda se trata un milagro.

CEMENTERIO. DÍA.
El ataúd desciende al fondo de la fosa, las cuerdas que lo sostienen y lo depositan en el fondo son sujetas por soldados del ejército británico. Una monstruosa tromba de agua cae sobre los invitados del funeral y sobre la caja, que va cubierta con la bandera de Gran Bretaña.
El señor y la señora White están en shock. Tienen la mirada ausente. Uno de los soldados hace entrega al señor White del salacot de su hijo y le hace un saludo militar. El señor White no le responde, se limita a aferrar contra su pecho la última pertenencia de su hijo.

CASA DE LOS WHITE. NOCHE.
La pareja está completamente destrozada. Ella llora junto a la ventana, la lluvia golpea el cristal con fuerza. Él está hundido en su sillón, mordisqueando su pipa, perdido en sus propios pensamientos.
Al alzar la mirada, se sorprende al encontrarse a su esposa de pie, frente a él. La señora White le muestra algo que lleva en su regazo. Acerca la mano a la luz de una vela. El señor White ve aterrorizado que se trata de la pata de mono.
SEÑORA WHITE
Yo también lo vi… Vi como esta asquerosa pata de mono se movía cuando pediste las doscientas libras.
SEÑOR WHITE
Eso es una locura. No digas tonterías.
SEÑORA WHITE
¡Entonces explícame por qué no estás fumando!
Esta vez el señor White no sabe qué responder.
SEÑOR WHITE
D-deberíamos acostarnos. Es evidente que necesitamos dormir un poco.
El marido se levanta, nervioso. La mujer le acerca la pata de mono con gesto decidido.
SEÑORA WHITE
¡Demuéstrame que me equivoco!
El hombre da la espalda a su mujer y se dirige al dormitorio. Ella le persigue.
SEÑORA WHITE
¡Demuéstrame que me equivoco o… o…! ¡O me voy a volver loca!
Él ve la desesperación en el desencajado rostro de su esposa. Una profunda compasión le invade. Le quita la zarpa de las manos.
SEÑOR WHITE
¡Voy a hacer esto solo una vez, ¿de acuerdo?! ¡Después te meterás en la cama y nunca volveremos a hablar del tema!
Ella asiente, con los ojos llenos de esperanza. La valentía del señor White desaparece al ver de nuevo la pata de mono entre sus manos. Aprieta los dientes y sentencia con voz firme:
SEÑOR WHITE
Quiero que nuestro hijo vuelva a la vida.
Entonces sucede. Los dos lo ven claramente: La pata de mono cierra uno de sus dedos. Ambos dan un respingo. El hombre deja caer la pata de mono al suelo, la mujer grita con alegría.
SEÑORA WHITE
¡¿Lo has visto?! ¡Lo has visto!
SEÑOR WHITE
D-Dios mío…
La mujer descorre las cortinas, otea el exterior de la casa con una sonrisa trastornada.
SEÑORA WHITE
¡Herbert…! ¡Herbert…!
SEÑOR WHITE
¿Qué… ¡QUÉ HEMOS HECHO!? ¿¡QUÉ HEMOS HECHO?!
Un golpe ensordecedor resuena en toda la casa. La puerta de la entrada se agita con un segundo golpe. La señora White se lanza a la puerta.
SEÑORA WHITE
¡Herbert! ¡Herbert!
Pero su marido la retiene con fuerza.
SEÑOR WHITE
¡Cariño, escúchame, por Dios…!
SEÑORA WHITE
¡Suelta! ¡Déjame!
SEÑOR WHITE
Cariño, escucha… N-no quería decírtelo, pero… pero apenas pude reconocerle cuando me mostraron el cuerpo…
Las lágrimas surcan las arrugas del rostro del señor White.
A nuestro pobre hijo lo aplastó un elefante, ¿entiendes?
Y su cuerpo… ¡su cuerpo pasó más de un mes en las bodegas de un barco!
SEÑORA WHITE
¡Aparta! ¡¿Crees que temo al hijo que he criado?!
La mujer se zafa de su marido y corre a la puerta de entrada.
SEÑORA WHITE
¡Ya voy, hijo! ¡Ya voy!
Nuevos golpes hacen estremecer la puerta con más violencia.
El señor White coge una vela de la mesa y busca por el suelo.
Más golpes. Ensordecedores. La mujer quita la tranca de la puerta.
SEÑORA WHITE
¡Estoy aquí, Herbert! ¡Estoy aquí!
El señor White encuentra la pata de mono, está debajo de un mueble. La mujer quita el último cerrojo. El anciano no logra alcanzar la pata. Ella gira el pomo de la puerta. El señor White consigue tocar la pata con la punta de los dedos. La mujer abre la puerta de par en par. Los labios del señor White murmuran su último deseo.
Y la mujer se lanza al exterior.
SEÑORA WHITE
¡HERBERT!
El porche está desierto, tranquilo. No hay nadie allí.
SEÑORA WHITE
¿Her… Herbert…?
¿Herbert…?
La pata de mono, oculta de la luz bajo el mueble, vuelve a estar cerrada como un puño.



FIN



No hay comentarios:

Publicar un comentario