miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS


El monte de las ánimas


Adaptación del relato de
Gustavo Adolfo Bécquer


MONTE. DÍA.
Dos familias cruzan un monte. La familia rica va a caballo, disfrutando del Sol y del paseo. La familia pobre va a pie, cargando con los bártulos y llevando las riendas de los caballos de sus señores.
La hija rica adolescente bosteza, aburrida. Azuza a su caballo y se lanza a la carrera ante el escandalizado rostro de sus padres. Se adentra en un bosque cercano. Galopa feliz, rodeada de árboles y flores mientras mantiene su pamela sujeta con una mano. Hasta salir a un gran descampado.
La joven detiene el caballo en seco. Sus ojos quedan abiertos de par en par. La pamela sale volando por el fuerte viento.
La cima del monte está plagada de lápidas. Son rudimentarias, de madera, apenas unos palos cruzados. Multitud de familias les ponen flores y les rezan.
El padre de la joven la agarra con fuerza del brazo.
“Hemos venido a honrar a los muertos, Beatriz. No es momento para chiquilladas.”
La chica se suelta con movimiento brusco.
“¿Y qué mejor forma de honrarles que disfrutando un poco la vida, padre? Deberíais probarlo de vez en cuando.”
El padre le responde con una mirada reprobatoria. Baja del caballo y su criado le pone una gran corona de flores blancas en la mano. El padre se acerca a una de las lápidas y algunos de los hombres que estaba allí congregada se descubren a su paso y le saludan con servidumbre.
El hombre coloca las flores sobre una de las lápidas y todos los miembros de las dos familias se santiguan ante ella, de forma respetuosa. Todos menos Beatriz, quien se limita mirar con desdén sus arcaicas supersticiones.

PIE DEL MONTE. ATARDECER.
Acampan al pie del monte. Los señores disfrutan de la quietud del campo mientras los criados corren de un lado para otro preparando un mantel con la cena y cuidando los caballos.
Beatriz permanece ajena a la conversación de sus padres, se limita a deshojar una flor con gesto apático. El hijo de los criados se acerca a ella, con la cabeza gacha y sonrojado.
“¿S-señorita Beatriz?”
Ella responde sin mirarle.
“¿Sí?”
El joven sirviente extiende una mano hacia ella. La chica se gira. Queda asombrada al ver que le ofrece un hermoso colgante.
Beatriz lo coge y lo mira con atención.
“Es… ¡Es plata auténtica!”
El joven se alienta al ver la reacción de ella.
“Llevo más de un año trabajando con el joyero del pueblo para poder pagarlo.”
“Ah, es del pueblo…”
El comentario borra de un plumazo los pocos ánimos del joven.
Una sonrisa pícara se asoma en los labios de Beatriz.
“¿Sabes? Si yo ahora te entregase un presente, algo personal… significaría que estamos comprometidos.”
La mirada del chico se llena de ilusión. Los padres del joven escuchan preocupados.
“Así que… voy a regalarte…”
Los ojos del joven se iluminan, irradian felicidad.
“Mi querida y apreciada banda azul.”
La chica finge sorpresa.
“¡Ay, no! Si la llevaba en el sombrero. Ahora estará perdida en el monte.”
“¿E-el n el monte…? ¿El m-monte de las ánimas?”
“Que lástima… Pero bueno, siempre puedes ahorrar durante otro año, ¿verdad?”
El joven queda totalmente hundido. Las carcajadas de su señor le devuelven a la realidad. El hombre le rodea los hombros con un brazo.
“¡Chaval, no sabes donde te has metido! ¡Es igual que su madre! Estuve años y años detrás de ella para que se casase conmigo. Pero quien algo quiere algo le cuesta.”
“Señor Conde, la cena está servida.”
Los señores se sientan entusiasmados sobre el mantel. El Conde hace tintinear su copa para llamar la atención de sus sirvientes.
“Alonso, corre a llenar la copa del señor Conde.”
Pero Alonso no responde.
“¿Alonso?”
Alonso pasa junto a ellos, al galope, montado en uno de los caballos.
“¡Alonso! ¡¿Qué demonios haces!?”
Alonso no se detiene. Se dirige al monte. Sus padres le gritan desesperados
“¡ALONSO! ¡PARA!”
“¡NO SEAS LOCO!”
“¡VUELVE! ¡VUELVE TE DIGO!”
La madre de Alonso es la más afectada, ve como su hijo desaparece entre los árboles mientras cae desconsolada en brazos de su marido. Beatriz se acerca a ella, despreocupada, mientras come unas natillas.
“No se preocupe, doña Lourdes. Se asustará y volverá enseguida.”
Son sus propios padres quienes la reprenden.
“¡Beatriz!”
La chica queda sorprendida por la reacción de sus padres.
“Esto es muy serio. Muestra más respeto por los muertos.”
La chica queda claramente molesta por la reprimenda.

PIE DEL MONTE. NOCHE.
El padre de Alonso enciende unos candelabros. Todos permanecen preocupados y cansados. Incluso Beatriz. El Conde hace un gesto al padre de Alonso, señalándole a su señora. Ésta se encuentra al pie del monte, mirando con ojos febriles en la dirección en la que se fue Alonso. Su marido se acerca a ella.
“Lourdes, Lourdes… Tenemos que volver a casa, Lourdes.”
“Yo no me voy de aquí sin mi niño.”
“Lourdes, entiéndelo… Los señores están cansados.”
“¡Por mí pueden morirse!”
“¡Shhh! ¡Baja la voz, insensata!”
Beatriz ve como el hombre tiene que llevarla de vuelta al campamento por la fuerza. La mujer no para de llorar y resistirse.

DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
Beatriz da vueltas en su cama, no puede dormir. Se asoma a su balcón, ve que en las caballerizas aún hay un hueco libre.

Baja al salón de la casa. En la entrada está la madre de Alonso, asomada a la puerta, con un candelabro en la mano.
“Señora Lourdes, señora Lourdes...”
La mujer ni siquiera reacciona a sus palabras.
“Por favor, señora Lurdes, vuelva a la cama. Va a enfermar.”
La mujer le mira directamente a los ojos. Su mirada está llena de odio.
“Señorita, usted no es mi hija, y yo solo soy una simple criada que no sabe nada de la vida, así que no puedo reprenderla por la forma tan irresponsable e infantil con la que ha actuado hoy. No puedo abofetearla por haber jugado con los sentimientos de un chico de buen corazón, ni por haber tratado de forma tan irrespetuosa el descanso de sus propios familiares muertos. Lo único que puedo hacer es quedarme quieta y esperar a mi hijo. Y eso es lo que voy a hacer. Buenas noches, señorita.”
Beatriz vuelve a su habitación, destrozada por las palabras de la madre de Alonso. Coloca una mecedora frente al balcón y se sienta mirando al horizonte.

DORMITORIO BEATRIZ. AMANECER.
Beatriz despierta agotada, ha pasado una noche terrible. Ve que en las caballerizas aún está el hueco. El sentimiento de culpa la ahoga.
Entonces, de la garganta de Beatriz surge un grito desgarrador. Cae de rodillas mientras los ojos se le salen de las órbitas. Su padre entra alarmado.
«¿¡Beatriz?!»
El hombre la abraza con fuerza, intenta levantarla del suelo.
«¿¡Qué ocurre, cariño!? ¿¡Qué pasa?!»
Beatriz señala al otro extremo del cuarto.
Allí, sobre la cómoda, se encuentra su sombrero perdido. Y, atado a él, la brillante banda azul.

ENTRADA FINCA. DÍA.
Beatriz ve como un grupo de hombres trae el caballo en el que marchó Alonso cogido de las riendas. Sin jinete. La joven observa al animal con ojos temerosos.
Oye como su padre la llama desde el interior de la mansión.
“¡Beatriz! ¡Ven aquí, por favor!”
DESPACHO PADRE. DÍA.
La joven entra en el despacho de su padre. Allí están reunidos sus padres y los de Alonso. La madre de éste le dedica una mirada fiera.
A la joven le extraña ver que su padre permanece de espaldas, con los puños apretados. Es su madre quien le habla.
“Cariño, siéntate. Siéntate, por favor.”
La chica toma asiento, preocupada por el ambiente enrarecido que se respira en la habitación. Su madre la toma de las manos.
“B-Beatriz… Tu padre y yo… Tú sabes que te queremos mucho, ¿verdad? Que te queremos muchísimo, ¿verdad, mi pequeña?”
“C-claro, madre.”
“Eres lo que más queremos en esta vida. Y… y…”
La madre de Alonso les interrumpe.
“Beatriz, las tradiciones hay que respetarlas. Y, como bien sabes, el intercambio de presentes se ha llevado a cabo.”
La joven permanece confundida.
“¿Q-qué…? ¿Qué se supone que significa eso?”
Sus padres quedan en silencio, cabizbajos. Los puños del padre se estremecen de pura furia. Beatriz se levanta de golpe, tira su silla al suelo.
“¿¡Q-QUÉ DEMONIOS SE SUPONE QUE SIGNIFICA ESO?!

IGLESIA. DÍA.
Beatriz está junto al altar, frente al párroco, con gesto abatido. A su lado, está el padre de Alonso.
El hombre sostiene un siniestro retrato de su hijo en las manos.
FINCA. ATARDECER.
La ceremonia de la boda se celebra en un ambiente lúgubre. La banda ni siquiera toca sus instrumentos. En la mesa de los novios están los padres de Beatriz, los padres de Alonso y, presidiendo la mesa, se encuentra Beatriz junto al retrato de Alonso.

DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
La madre de Alonso cuelga el retrato sobre la cama de Beatriz. La madre de ésta ayuda a su hija a vestirse con  el camisón nupcial.
“M-mamá… Por favor… Por favor…”
Los ojos de la madre están bañados en lágrimas. Las dos madres se dirigen a la puerta.
“Mamá… N-no me dejes sola… Te lo suplico…”
Las dos madres se marchan. Cierran la puerta tras de sí.
Beatriz está acurrucada en la cama. Se tapa la cara con las sábanas mientras mira con temor en todas direcciones.
Una leve corriente de aire mece las cortinas. Ella las mira atemorizada.
“¿A-Alonso?”
Una nueva ráfaga de aire apaga las velas.
La chica está cada vez más asustada.
«¿A-alonso…? ¿E-estás aquí, Alonso…?»
Recibe por respuesta una nueva corriente de aire que le mece los cabellos.
«¡AAAAAAHHH!»
La chica salta al otro extremo de la habitación. Junta las manos e implora al retrato:
«A-alonso, te lo suplico…»
Tiembla como una hoja.
«P-por favor. Te lo ruego…»
Otra fuerte ráfaga de aire la rodea. La obliga a sujetarse el camisón con fuerza. Pero la corriente de aire no la busca a ella. Sino al sombrero.
La joven ve como este bailotea en el aire, hasta que sale volando por el balcón.
Beatriz sale de la mansión, aprieta contra sí una mantilla para protegerse de la lluvia. Recoge el sombrero del suelo. Al acercar la luz de la lámpara de aceite, ve que la prenda ha caído junto a las patas de un caballo. El caballo que llevó a Alonso al monte de las ánimas.
El rostro de Beatriz no puede reflejar más horror.
PIE DEL MONTE. NOCHE.
Beatriz va montada en el caballo, la lluvia les azota con fuerza. No lleva silla ni riendas, por lo que es el animal quien la guía a ella. El pálido rostro de Beatriz ve que se dirigen al bosque que rodea el monte de las ánimas.
Los árboles, sombríos y lánguidos, los rodean con sus ramas afiladas y carentes de hojas. El bosque está lleno de sombras y de animales que reptan en la oscuridad.
El caballo continúa su camino. Hasta que salen del bosque.
MONTE DE LAS ÁNIMAS. NOCHE.
La cima del monte ha cambiado. Ya no hay lápidas. Ni siquiera llueve. Una esplendorosa Luna llena ilumina el claro. En el centro, un brillante manantial refleja los rayos plateados de la Luna. Y una figura está sentada junto a la orilla.
Beatriz baja del caballo y se dirige hacia la extraña figura. Sus pasos son lentos, temerosos.
“¿A-Alonso…?”
Da los últimos pasos, hasta situarse tras la aparición.
“¿E-eres tú?”
La figura se gira sobre si misma. Hasta que la joven puede ver la cara de Alfonso. Su rostro refleja la bondad que siempre le ha caracterizado.
Los ojos de Beatriz se humedecen al verle. Agacha la cabeza, su voz tiembla.
“L-lo… Lo siento. Perdóname, Alonso. Por favor… Perdóname…”
El joven le limpia las lágrimas con una caricia.
“Eh, eh… No pasa nada. Lo único que he hecho ha sido entregar mi vida por la mujer a la que amo.”
Beatriz queda sin habla.
“Habría dado gustoso mi vida mil veces por ti. Por poder pasar una sola noche a tu lado.”
Alonso le dedica una dulce sonrisa. La chica se arroja a sus labios, los besa con pasión.
Beatriz y Alonso hacen el amor en el manantial. Bajo las estrellas. Rodeados por un cielo infinito.
Los dos jóvenes duermen abrazados. Desnudos. Tendidos en la hierba bañada de rocío.

DORMITORIO BEATRIZ. DÍA.
La chica abre los ojos. Mira extrañada a su alrededor, sorprendida de encontrarse en su habitación. Al darse cuenta que todo fue un sueño sus ojos se llenan de tristeza.
Pero encuentra algo extraño en su pelo: un puñado de hojas.
El rostro de Beatriz irradia felicidad. Mira con alegría el retrato de Alfonso.

ENTRADA FINCA. DÍA. INVIERNO.
La entrada de la finca está cubierta por un fino manto de nieve. Una Beatriz de 25 años observa el paisaje desde su mecedora.
“Y así, Beatriz pasa sus días en soledad. Soñando con su amor.”
PRIMAVERA
La entrada de la finca está llena de flores. Los trabajadores de la finca trabajan mientras ríen y hablan entre ellos. Beatriz los observa en la distancia, desde su mecedora. Ahora tiene 35 años.
“Esperando…”
VERANO
Las flores han desaparecido, un Sol abrasador lidera el paisaje. Sin embargo, los trabajadores continúan con su actitud jovial. Beatriz, ahora con 45 años, permanece inmóvil en su mecedora.
“Pues un día al año…”
OTOÑO
Una envejecida Beatriz de 55 años observa el paisaje lleno de hojas caducas con su característico y melancólico color otoñal.
“El día de todos los santos…”
DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
Beatriz ve que el caballo de Alonso le espera bajo su balcón.
“Puede reunirse con Alonso.”
Beatriz galopa a través del bosque. Ahora es una anciana de 65 años.
“Puede estar con su amor…”
MONTE DE LAS ÁNIMAS. MANANTIAL.
Alonso y Beatriz, jóvenes y llenos de vida, se abrazan en la cima de la montaña, a los pies un gran árbol otoñal que derrama sus hojas bajo la luz de la luna.
“En el monte de las ánimas.”



FIN


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