El monte de las ánimas
Adaptación del relato de
Gustavo Adolfo Bécquer
MONTE. DÍA.
Dos familias cruzan un monte. La familia
rica va a caballo, disfrutando del Sol y del paseo. La familia pobre va a pie,
cargando con los bártulos y llevando las riendas de los caballos de sus
señores.
La hija rica adolescente bosteza, aburrida.
Azuza a su caballo y se lanza a la carrera ante el escandalizado rostro de sus
padres. Se adentra en un bosque cercano. Galopa feliz, rodeada de árboles y
flores mientras mantiene su pamela sujeta con una mano. Hasta salir a un gran
descampado.
La joven detiene el caballo en seco. Sus
ojos quedan abiertos de par en par. La pamela sale volando por el fuerte
viento.
La cima del monte está plagada de lápidas.
Son rudimentarias, de madera, apenas unos palos cruzados. Multitud de familias
les ponen flores y les rezan.
El padre de la joven la agarra con fuerza
del brazo.
“Hemos venido a honrar a los muertos,
Beatriz. No es momento para chiquilladas.”
La chica se suelta con movimiento brusco.
“¿Y qué mejor forma de honrarles que
disfrutando un poco la vida, padre? Deberíais probarlo de vez en cuando.”
El padre le responde con una mirada
reprobatoria. Baja del caballo y su criado le pone una gran corona de flores
blancas en la mano. El padre se acerca a una de las lápidas y algunos de los
hombres que estaba allí congregada se descubren a su paso y le saludan con
servidumbre.
El hombre coloca las flores sobre una de
las lápidas y todos los miembros de las dos familias se santiguan ante ella, de
forma respetuosa. Todos menos Beatriz, quien se limita mirar con desdén sus
arcaicas supersticiones.
PIE DEL MONTE. ATARDECER.
Acampan al pie del monte. Los señores
disfrutan de la quietud del campo mientras los criados corren de un lado para
otro preparando un mantel con la cena y cuidando los caballos.
Beatriz permanece ajena a la conversación
de sus padres, se limita a deshojar una flor con gesto apático. El hijo de los
criados se acerca a ella, con la cabeza gacha y sonrojado.
“¿S-señorita Beatriz?”
Ella responde sin mirarle.
“¿Sí?”
El joven sirviente extiende una mano hacia
ella. La chica se gira. Queda asombrada al ver que le ofrece un hermoso
colgante.
Beatriz lo coge y lo mira con atención.
“Es… ¡Es plata auténtica!”
El joven se alienta al ver la reacción de
ella.
“Llevo más de un año trabajando con el
joyero del pueblo para poder pagarlo.”
“Ah, es del pueblo…”
El comentario borra de un plumazo los pocos
ánimos del joven.
Una sonrisa pícara se asoma en los labios
de Beatriz.
“¿Sabes? Si yo ahora te entregase un
presente, algo personal… significaría que estamos comprometidos.”
La mirada del chico se llena de ilusión.
Los padres del joven escuchan preocupados.
“Así que… voy a regalarte…”
Los ojos del joven se iluminan, irradian
felicidad.
“Mi querida y apreciada banda azul.”
La chica finge sorpresa.
“¡Ay, no! Si la llevaba en el sombrero.
Ahora estará perdida en el monte.”
“¿E-el n el monte…? ¿El m-monte de las
ánimas?”
“Que lástima… Pero bueno, siempre puedes
ahorrar durante otro año, ¿verdad?”
El joven queda totalmente hundido. Las
carcajadas de su señor le devuelven a la realidad. El hombre le rodea los
hombros con un brazo.
“¡Chaval, no sabes donde te has metido! ¡Es
igual que su madre! Estuve años y años detrás de ella para que se casase
conmigo. Pero quien algo quiere algo le cuesta.”
“Señor Conde, la cena está servida.”
Los señores se sientan entusiasmados sobre
el mantel. El Conde hace tintinear su copa para llamar la atención de sus
sirvientes.
“Alonso, corre a llenar la copa del señor
Conde.”
Pero Alonso no responde.
“¿Alonso?”
Alonso pasa junto a ellos, al galope,
montado en uno de los caballos.
“¡Alonso! ¡¿Qué demonios haces!?”
Alonso no se detiene. Se dirige al monte.
Sus padres le gritan desesperados
“¡ALONSO! ¡PARA!”
“¡NO SEAS LOCO!”
“¡VUELVE! ¡VUELVE TE DIGO!”
La madre de Alonso es la más afectada, ve
como su hijo desaparece entre los árboles mientras cae desconsolada en brazos
de su marido. Beatriz se acerca a ella, despreocupada, mientras come unas
natillas.
“No se preocupe, doña Lourdes. Se asustará
y volverá enseguida.”
Son sus propios padres quienes la
reprenden.
“¡Beatriz!”
La chica queda sorprendida por la reacción
de sus padres.
“Esto es muy serio. Muestra más respeto por
los muertos.”
La chica queda claramente molesta por la
reprimenda.
PIE DEL MONTE. NOCHE.
El padre de Alonso enciende unos
candelabros. Todos permanecen preocupados y cansados. Incluso Beatriz. El Conde
hace un gesto al padre de Alonso, señalándole a su señora. Ésta se encuentra al
pie del monte, mirando con ojos febriles en la dirección en la que se fue
Alonso. Su marido se acerca a ella.
“Lourdes, Lourdes… Tenemos que volver a
casa, Lourdes.”
“Yo no me voy de aquí sin mi niño.”
“Lourdes, entiéndelo… Los señores están
cansados.”
“¡Por mí pueden morirse!”
“¡Shhh! ¡Baja la voz, insensata!”
Beatriz ve como el hombre tiene que
llevarla de vuelta al campamento por la fuerza. La mujer no para de llorar y
resistirse.
DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
Beatriz da vueltas en su cama, no puede
dormir. Se asoma a su balcón, ve que en las caballerizas aún hay un hueco
libre.
Baja al salón de la casa. En la entrada
está la madre de Alonso, asomada a la puerta, con un candelabro en la mano.
“Señora Lourdes, señora Lourdes...”
La mujer ni siquiera reacciona a sus
palabras.
“Por favor, señora Lurdes, vuelva a la
cama. Va a enfermar.”
La mujer le mira directamente a los ojos.
Su mirada está llena de odio.
“Señorita, usted no es mi hija, y yo solo
soy una simple criada que no sabe nada de la vida, así que no puedo reprenderla
por la forma tan irresponsable e infantil con la que ha actuado hoy. No puedo
abofetearla por haber jugado con los sentimientos de un chico de buen corazón,
ni por haber tratado de forma tan irrespetuosa el descanso de sus propios
familiares muertos. Lo único que puedo hacer es quedarme quieta y esperar a mi
hijo. Y eso es lo que voy a hacer. Buenas noches, señorita.”
Beatriz vuelve a su habitación, destrozada
por las palabras de la madre de Alonso. Coloca una mecedora frente al balcón y
se sienta mirando al horizonte.
DORMITORIO BEATRIZ. AMANECER.
Beatriz despierta agotada, ha pasado una
noche terrible. Ve que en las caballerizas aún está el hueco. El sentimiento de
culpa la ahoga.
Entonces, de la garganta de Beatriz surge
un grito desgarrador. Cae de rodillas mientras los ojos se le salen de las
órbitas. Su padre entra alarmado.
«¿¡Beatriz?!»
El hombre la abraza con fuerza, intenta
levantarla del suelo.
«¿¡Qué ocurre, cariño!? ¿¡Qué pasa?!»
Beatriz señala al otro extremo del cuarto.
Allí, sobre la cómoda, se encuentra su
sombrero perdido. Y, atado a él, la brillante banda azul.
ENTRADA FINCA. DÍA.
Beatriz ve como un grupo de hombres trae el
caballo en el que marchó Alonso cogido de las riendas. Sin jinete. La joven
observa al animal con ojos temerosos.
Oye como su padre la llama desde el
interior de la mansión.
“¡Beatriz! ¡Ven aquí, por favor!”
…
DESPACHO PADRE. DÍA.
La joven entra en el despacho de su padre.
Allí están reunidos sus padres y los de Alonso. La madre de éste le dedica una
mirada fiera.
A la joven le extraña ver que su padre
permanece de espaldas, con los puños apretados. Es su madre quien le habla.
“Cariño, siéntate. Siéntate, por favor.”
La chica toma asiento, preocupada por el
ambiente enrarecido que se respira en la habitación. Su madre la toma de las
manos.
“B-Beatriz… Tu padre y yo… Tú sabes que te
queremos mucho, ¿verdad? Que te queremos muchísimo, ¿verdad, mi pequeña?”
“C-claro, madre.”
“Eres lo que más queremos en esta vida. Y…
y…”
La madre de Alonso les interrumpe.
“Beatriz, las tradiciones hay que
respetarlas. Y, como bien sabes, el intercambio de presentes se ha llevado a
cabo.”
La joven permanece confundida.
“¿Q-qué…? ¿Qué se supone que significa
eso?”
Sus padres quedan en silencio, cabizbajos.
Los puños del padre se estremecen de pura furia. Beatriz se levanta de golpe,
tira su silla al suelo.
“¿¡Q-QUÉ DEMONIOS SE SUPONE QUE SIGNIFICA
ESO?!
IGLESIA. DÍA.
Beatriz está junto al altar, frente al
párroco, con gesto abatido. A su lado, está el padre de Alonso.
El hombre sostiene un siniestro retrato de
su hijo en las manos.
…
FINCA. ATARDECER.
La ceremonia de la boda se celebra en un
ambiente lúgubre. La banda ni siquiera toca sus instrumentos. En la mesa de los
novios están los padres de Beatriz, los padres de Alonso y, presidiendo la
mesa, se encuentra Beatriz junto al retrato de Alonso.
DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
La madre de Alonso cuelga el retrato sobre
la cama de Beatriz. La madre de ésta ayuda a su hija a vestirse con el camisón nupcial.
“M-mamá… Por favor… Por favor…”
Los ojos de la madre están bañados en
lágrimas. Las dos madres se dirigen a la puerta.
“Mamá… N-no me dejes sola… Te lo suplico…”
Las dos madres se marchan. Cierran la
puerta tras de sí.
…
Beatriz está acurrucada en la cama. Se tapa
la cara con las sábanas mientras mira con temor en todas direcciones.
Una leve corriente de aire mece las
cortinas. Ella las mira atemorizada.
“¿A-Alonso?”
Una nueva ráfaga de aire apaga las velas.
La chica está cada vez más asustada.
«¿A-alonso…? ¿E-estás aquí, Alonso…?»
Recibe por respuesta una nueva corriente de
aire que le mece los cabellos.
«¡AAAAAAHHH!»
La chica salta al otro extremo de la
habitación. Junta las manos e implora al retrato:
«A-alonso, te lo suplico…»
Tiembla como una hoja.
«P-por favor. Te lo ruego…»
Otra fuerte ráfaga de aire la rodea. La
obliga a sujetarse el camisón con fuerza. Pero la corriente de aire no la busca
a ella. Sino al sombrero.
La joven ve como este bailotea en el aire,
hasta que sale volando por el balcón.
Beatriz sale de la mansión, aprieta contra
sí una mantilla para protegerse de la lluvia. Recoge el sombrero del suelo. Al
acercar la luz de la lámpara de aceite, ve que la prenda ha caído junto a las
patas de un caballo. El caballo que llevó a Alonso al monte de las ánimas.
El rostro de Beatriz no puede reflejar más
horror.
…
PIE DEL MONTE. NOCHE.
Beatriz va montada en el caballo, la lluvia
les azota con fuerza. No lleva silla ni riendas, por lo que es el animal quien
la guía a ella. El pálido rostro de Beatriz ve que se dirigen al bosque que
rodea el monte de las ánimas.
Los árboles, sombríos y lánguidos, los
rodean con sus ramas afiladas y carentes de hojas. El bosque está lleno de
sombras y de animales que reptan en la oscuridad.
El caballo continúa su camino. Hasta que
salen del bosque.
…
MONTE DE LAS ÁNIMAS. NOCHE.
La cima del monte ha cambiado. Ya no hay
lápidas. Ni siquiera llueve. Una esplendorosa Luna llena ilumina el claro. En
el centro, un brillante manantial refleja los rayos plateados de la Luna. Y una
figura está sentada junto a la orilla.
Beatriz baja del caballo y se dirige hacia
la extraña figura. Sus pasos son lentos, temerosos.
“¿A-Alonso…?”
Da los últimos pasos, hasta situarse tras
la aparición.
“¿E-eres tú?”
La figura se gira sobre si misma. Hasta que
la joven puede ver la cara de Alfonso. Su rostro refleja la bondad que siempre
le ha caracterizado.
Los ojos de Beatriz se humedecen al verle.
Agacha la cabeza, su voz tiembla.
“L-lo… Lo siento. Perdóname, Alonso. Por
favor… Perdóname…”
El joven le limpia las lágrimas con una
caricia.
“Eh, eh… No pasa nada. Lo único que he
hecho ha sido entregar mi vida por la mujer a la que amo.”
Beatriz queda sin habla.
“Habría dado gustoso mi vida mil veces por
ti. Por poder pasar una sola noche a tu lado.”
Alonso le dedica una dulce sonrisa. La
chica se arroja a sus labios, los besa con pasión.
…
Beatriz y Alonso hacen el amor en el
manantial. Bajo las estrellas. Rodeados por un cielo infinito.
Los dos jóvenes duermen abrazados.
Desnudos. Tendidos en la hierba bañada de rocío.
DORMITORIO BEATRIZ. DÍA.
La chica abre los ojos. Mira extrañada a su
alrededor, sorprendida de encontrarse en su habitación. Al darse cuenta que
todo fue un sueño sus ojos se llenan de tristeza.
Pero encuentra algo extraño en su pelo: un
puñado de hojas.
El rostro de Beatriz irradia felicidad.
Mira con alegría el retrato de Alfonso.
ENTRADA FINCA. DÍA. INVIERNO.
La entrada de la finca está cubierta por un
fino manto de nieve. Una Beatriz de 25 años observa el paisaje desde su
mecedora.
“Y así, Beatriz pasa sus días en soledad.
Soñando con su amor.”
…
PRIMAVERA
La entrada de la finca está llena de
flores. Los trabajadores de la finca trabajan mientras ríen y hablan entre
ellos. Beatriz los observa en la distancia, desde su mecedora. Ahora tiene 35
años.
“Esperando…”
…
VERANO
Las flores han desaparecido, un Sol
abrasador lidera el paisaje. Sin embargo, los trabajadores continúan con su
actitud jovial. Beatriz, ahora con 45 años, permanece inmóvil en su mecedora.
“Pues un día al año…”
…
OTOÑO
Una envejecida Beatriz de 55 años observa
el paisaje lleno de hojas caducas con su característico y melancólico color
otoñal.
“El día de todos los santos…”
…
DORMITORIO BEATRIZ. NOCHE.
Beatriz ve que el caballo de Alonso le
espera bajo su balcón.
“Puede reunirse con Alonso.”
Beatriz galopa a través del bosque. Ahora
es una anciana de 65 años.
“Puede estar con su amor…”
…
MONTE DE LAS ÁNIMAS. MANANTIAL.
Alonso y Beatriz, jóvenes y llenos de vida,
se abrazan en la cima de la montaña, a los pies un gran árbol otoñal que
derrama sus hojas bajo la luz de la luna.
“En el monte de las ánimas.”
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario