lunes, 18 de febrero de 2013

"HAMBRE" (Novela)






1



     Aceras con empujones. Aglomeraciones. Semáforos. Tráfico. Maite llama una y otra vez a un telefonillo mientras marca un número en el móvil. Apagado o fuera de cobertura. Ella insiste, más cabreada. A su lado, asomado por la ventanilla del coche, su yorkshire juguetea alegre con un hueso de juguete al que se le hinchan los ojos y la lengua cada vez que lo muerde.
     Señal en el móvil, descuelgan.
- ¡¿Dónde coño estás, tonto de la polla!?
     Sergio responde con voz pastosa.
- Hmm… creo que no lo sé.
     Le explica que anoche salió de borrachera y acaba de despertarse en una parada de autobús. Mientras, hace un avioncito con el flyer de una discoteca.
     Maite se sienta en el capó de su coche, a la chica le va a dar un ataque ¿Y qué hace ella con Groucho? no le da tiempo a dejarlo en ninguna perrera.
     - Lo siento, mi niña ¿Y tus padres?
     - En Valencia, joder. Contaba contigo, Sergio. Cuando le diga al jefe que no puedo ir por el puto perro…
     El animal sigue feliz con su juguete, ajeno a los problemas de su dueña. Los ojos de Maite se llenan de lágrimas. En el flyer con el que juguetea Sergio hay escrito con bolígrafo un número de teléfono y un nombre: Menchu.
     - Mi niña, pues si estás libre… ¿Por qué no vienes a recogerme?

***
    
     Una cincuentona y su hijo en coche. El tráfico es denso. La mujer intenta hablar por el móvil con una mano mientras esquiva los coches que la rodean con la otra. El niño berrea con la cara llena de mocos y churretes. La madre chilla para hacerle callar. En el asiento trasero va su perro, con la cabeza fuera de la ventanilla, disfrutando de la velocidad.
     La sombra del coche pasa por un parque. Un terrier corretea alegre y alborotado por el césped, persigue todo lo que se mueve. Su dueña discute con un policía, le está poniendo una multa por no recoger las cacas de su mascota. El terrier ladra despreocupado a un chucho que está asomado a la ventana de un piso.
     En el interior del piso, un hombre ordena al chucho que deje de ladrar. Intenta hablar con su esposa por teléfono y los ladridos no le dejan. Asegura a su esposa que tiene mucho lío en la oficina, no podrá ir esa tarde al hospital a verla. Una mujer semidesnuda se acerca al hombre y le indica que le abroche el sujetador. Él obedece mientras pide a su esposa que no le agobie con tantas quejas, como si a él le gustase trabajar.
     - Ojalá yo pudiera pasarme el día tumbado en la cama como otras…
     Su amante se mete en la conversación ¿cómo le habla así a su mujer estando en el hospital? menudo cerdo. Él le chista para que calle. Ella lo manda a la mierda y coge su bolso. El hombre intenta detenerla, se despide de su esposa a toda prisa y cuelga, pero la amante ya se ha marchado con un portazo.
     El hombre se tumba en el sofá mientras se frota la sien. A su lado, el chucho devora su plato de comida alegremente, sin percatarse del desánimo de su dueño. El hombre lo acaricia.
     - Cabronazo, tú si que vives bien.


     Una mujer embarazada permanece tumbada en una cama del hospital, aplastada bajo su propia barriga. Deja el móvil en una mesita mientras susurra:
     - Hijo de puta…
     Llaman a la puerta y entra el bedel, Leo, cargado con su fregona y el carrito de la limpieza. Da un repaso rápido a la habitación para adecentarla sin apenas mirar a la mujer.
     Ella se abanica con las sábanas mientras intenta darle conversación para calmar sus propios nervios; le pregunta cuando van a llegar las cámaras, espera que sea pronto, le va a dar un ataque, es la primera vez que sale por la tele… Leo responde sí a todo de forma automática, mucho más atento al trapo que a la mujer. Ella lo nota.
     - ¿Te dan mucho el coñazo los pacientes con sus problemas?
     Esta vez Leo asiente con mucho más énfasis que antes. Nada más hacerlo, se da cuenta de que ha caído en la trampa. Se avergüenza de su comportamiento.
     El móvil de la embarazada vibra en silencio. La mujer intenta cogerlo, pero apenas puede moverse y el móvil se le escurre entre los dedos. Leo observa la situación, incapaz de decidirse a actuar. Señala el teléfono que aún zumba.
     - Hmm, ¿Eso no es nocivo para los bebés?
     - A los… a los bebés… que les den…
     Logra alcanza el móvil. Una pierna con varices queda fuera de las sábanas.
     - Mierda, un puto mensaje. Mierda…
     Vuelve a abanicarse con las sábanas.
     - ¿Y-y su marido?
     - A mi marido que le follen. Hace horas extras. El señorito siempre hace horas extras desde que me dejó preñada. Hijo de puta…
     Leo le asegura que no entiende esa obsesión de los hombres por no tener hijos. A él le parece que una mujer embarazada es una de las cosas más bonitas de este mundo. Y da unas palmaditas en la rodilla de la mujer para acentuar sus palabras. Ella le agradece el gesto. Leo añade con una sonrisa cómplice en los labios:
     - Ahora se queja por la tripa, pero estos meses que se ha tirado follando sin condón seguro que no se quejaba tanto.
     Ella queda cohibida por el comentario. Nota que la mano del bedel continúa en su pierna. Y la mirada fija en sus ojos, a la espera de una respuesta.
     La puerta se abre, Leo retira la mano con rapidez, finge que termina de limpiar. Un médico muy bronceado y con un collar de oro le pide que se marche para poder hacer unas pruebas a la embarazada. La mujer oculta su pierna bajo las mantas.

***

     Atardece. Maite da vueltas por el parking del hospital en busca de aparcamiento. Sergio va en el asiento del copiloto, bien vestido y arreglado, jugando con el yorkshire.
     - Sergio ¿dónde vais después? Me paso cuando deje a Groucho.
     Sergio asiente al ritmo de la música.
     - Después me pillo el bus a mi pueblo, que me voy este finde.
     - Joder, pues si que avisas. Como te pasas, tío.
     Sergio sube el volumen de la música, bailotea con el perro.
     - ¡A este perrete le va la marcha! ¡Jaja!
     Maite ve un coche saliendo de una plaza de aparcamiento, se detiene al lado.
     - Joder, tío, es que solo me quieres para que te haga de taxi.
     - Claro que no, mi niña. Y para que me cocines y me limpies el cuarto…
     Maite queda en silencio. Cabreada. Dirige el coche a la plaza libre.
     - ¡Frena, frena! Ahí está mi hermano.  
     Ella detiene el vehículo, Sergio se quita el cinturón de seguridad.
     - ¿Meto al perrete en la jaula o me va a morder?
     - Éste que va a morder, si de bueno es tonto.
     - ¿Y la dueña? ¿También es buena o ella si que muerde?
     Maite le mira a los ojos, se le escapa una sonrisa. Besa a Sergio con intensidad.
     - Eres el más guapo… ¡Y el más capullo!
     Sergio le guiña un ojo.
     - Lo sé. Que cuando vuelva ya hablamos si eso ¿Vale?
     Sale del coche con prisas, sin esperar la respuesta de Maite. Ella, cansada, baja el volumen de la radio.
     Leo espera en la entrada del hospital. Su hermano se le acerca por la espalda y le da un fuerte abrazo.

***

     Un pequeño grupo de periodistas de aspecto impaciente echa un vistazo a sus relojes. Su atención está centrada en un hombre trajeado sentado en la mesa de conferencias y en el enorme monitor situado sobre su cabeza en el que se ve a la embarazada. El hombre trajeado se acerca al micrófono y dice a los presentes que, mientras esperan, va a comprobar que la videoconferencia con la embarazada funciona bien. Ella le interrumpe, les escucha perfectamente. Igual de bien que la última vez que lo comprobaron.
     El médico bronceado entra corriendo en la sala. Pide disculpas a todos, pero las pruebas previas al parto han tardado más de lo esperado. Si no les importa pueden empezar la rueda de prensa mientras él ojea los resultados para comentárselos.
     El hombre del traje anuncia con desparpajo el honor que supone que en su hospital pronto den a luz a unos septillizos, el primer nacimiento múltiple de este tipo en España. Los periodistas felicitan a la madre y celebran la noticia con cierta frivolidad mientras inician su ronda de preguntas. El rostro del médico palidece a medida que lee las páginas del informe. Se levanta con estruendo de su silla y sale corriendo, dejando un gran revuelo entre los periodistas.
     La mujer embarazada continúa respondiendo a la última pregunta, ajena al alboroto. El hombre trajeado intenta calmar a los periodistas con una sonrisa forzada. En la pantalla de la videoconferencia aparece el médico asaltando la habitación de la embarazada junto a una docena de enfermeros y miembros del personal. Le inyectan un sedante. El doctor se acerca a la cámara y la pantalla de la videoconferencia queda en negro.
     Los periodistas bombardean a preguntas al hombre trajeado que intenta forzar aún más su sonrisa mientras se seca el sudor del rostro.
    
***

En el monitor del vagón emiten la noticia de los septillizos. Leo está demasiado cansado como para prestarle atención y Sergio juguetea a balancearse por las barras del metro mientras escucha música en su mp3. Leo le hace una señal para que se quite los auriculares.
- ¿Qué tal las clases?
Sergio se encoge de hombros.
- Como siempre.
Vuelve a colocarse los cascos. Su hermano le repite el gesto.
- Es de mala educación llevar auriculares mientras estás con otras personas.
Sergio pide perdón y se los quita de mala gana. Le tenía preparada una sorpresa, pero por ser tan soso ahora no se la cuenta. A Leo le da igual, solo le interesa tirarse de panza en el sofá. Intenta tomar un asiento libre, pero una pareja de adolescentes se le adelanta. Ella se sienta en las rodillas de su chico, él le mete las manos bajo la camiseta y le soba los pechos con descaro. Leo se ruboriza y maldice, está destrozado, quiere llegar a casa ya. Se prepara para bajar en la próxima estación, pero su hermano se lo impide. Esta noche no van a casa: le ha preparado una cita a ciegas. Leo no sabe como tomárselo.
Ayer Sergio se enrolló con una chica y han vuelto a quedar esta noche. Él le pidió que se llevase a su compañera de piso para su hermanito.
- Guapa la sorpresa ¿eh? Y vas a flipar con la compañera de piso ¡No veas que pinta de superguarra que tiene!
El metro se detiene y sube una anciana, Sergio observa indignado que nadie le cede un asiento. Mientras su hermano le reprocha que el tiempo que pierde con tanta ‘superguarra’ debería dedicárselo a su novia. Sergio no le presta atención, se acerca a un chico que está sentado y le pide que le ceda el asiento a la anciana. Es un skinhead.
Éste finge no oír las palabras de Sergio. Saca un mp3 del bolsillo y se coloca los auriculares a todo volumen. A Sergio le cabrea que le ignore de forma tan descarada, ni siquiera hace caso a los intentos de su hermano por tranquilizarle. Sergio pega un tirón a los auriculares del skin. Éste se levanta y se encara con él.
El Skin nota que todo el vagón observa la riña. Prefiere quitarse de en medio.
La anciana se explaya en agradecimientos, busca en su cartera y le ofrece una monedita de 50 céntimos. Sergio los rechaza con educación, no es necesario. A la mujer le gustaría poder ofrecerle algo mejor, pero está muy mal de dinero. No quiere ser desagradecida, pero le vendría muy bien si le pudiesen dejar algo… Leo responde de forma automática que lo siente, pero no llevan suelto. Su hermano se escandaliza, las monedas que lleva en el bolsillo tintinean a kilómetros.
Leo da algo de calderilla a la anciana a regañadientes.


Salen del metro. Leo sermonea a su hermano, no puede ir dando dinero a cada loco que se encuentra.
- Mira, cuando veas las tetazas de la superguarra te vas a olvidar de toda la tontería ésta.
Leo se detiene aterrorizado. Agarra a su hermano con brusquedad y lo esconde tras un quiosco; frente a ellos hay un grupo de cabezas rapadas. Y van con el skin del metro.
Los hermanos intentan pasar desapercibidos y volver al interior de la estación. Pero alguien les llama a gritos. Menchu corre de forma escandalosa hasta Sergio y le salta encima, atrayendo la atención de todo el mundo.
     Incluida la de los cabezas-rapadas.


 (Continúa en:)



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