lunes, 10 de noviembre de 2014

ESCUPIRÉ SOBRE TU TUMBA - Capítulo 8 (FIN)

3º Acto

HABITACIÓN HOSTAL. BAÑO.
Jose se despierta en la bañera, cubierto con la colcha de la cama.
Entra en el dormitorio con cuidado, Pita aún duerme en la cama. Jose busca entre la ropa del suelo hasta encontrar las bragas de la chica. Se las guarda.


Pita despierta, se despereza.
“¿Jose? ¿Jose?”
Se levanta, con pudor, tapada con su camisón y las sábanas.
“¿Jose? ¿Jose?”
Ve la colcha recogida y doblada sobre una silla.

PARQUE

Jose entra en el parque, ve a lo lejos a Carlitos, en un columpio. Jose camina entre los setos, pisa el césped sin apartar su mirada de Carlitos, hasta detenerse frente a él.

Ambos se muestran nerviosos, distantes. Jose saca las bragas del bolsillo, las deja sobre el regazo de Carlitos. Éste las mira, y Jose queda ante él, de pie, con la mano abierta. A la espera del pago. Carlitos busca algo en su bolsillo. Pero lo que saca es el móvil. Lo abre y lo muestra a Jose. En la pantalla del móvil se ve parte de una conversación por Whatsapp con Pita:

…ni me tocó. Este tío

es maricón. fijo.

Jose resopla, es evidente que le han pillado. Carlitos enfurece. Jose no puede soportarlo más.

“¡Pero bueno, Carlitos! ¿Tú que coño crees que va a pasar si la contagio? ¿Eh? ¿Te crees que… que… que le va a explotar la cabeza o algo así? Espabila tío, que con el Sida hoy en día te mueres de viejo. ¡Coño, mírame a mí! ¡Estoy de puta madre!”

“¡Me importa una señora polla! ¡A mí eso me suda los cojones!”

“¡Que aún eres un crío, Carlos! ¿Te enteras? ¡Un puto crío! ¡Que en dos años ni te acordarás de la guarra esa!”

“¡Me suda la polla!”

“¡Joder! ¡Que te dejes de tanta polla y pienses! ¡Usa el melón ese que tienes de cabeza!”

“Mira, lo que quiero es que esa tía se pase el resto de su puta vida sintiéndose como una leprosa, dándose asco a sí misma, ¿te enteras? Quiero que cuando esa puta se enamore y se case, su marido la toque siempre con miedo, ¿entiendes? Quiero que se odie a si misma por no poder darle un hijo. Y si se queda preñada, quiero que se sienta como una mierda cada vez que mire a su hijo, porque sabrá que le espera la misma vida de mierda que tiene ella. Eso es lo que quiero.”

Jose escucha con atención las palabras de Carlitos. Las escucha en silencio. Da unos pasos alrededor del columpio, mientras medita una respuesta.

“Mañana lo haremos, ¿vale? Mañana”

“¿Mañana?”

Jose asiente.

“Mañana es perfecto.”

 

CHALET PITA

Jose y Carlitos caminan por una urbanización de chalets. Llevan un regalo envuelto de forma chapucera. Se detienen ante un chalet con la fachada y la valla llena de globos y serpentinas. Les abre la puerta una señora cargada de vasos y platos vacíos con un gran parecido a Pita. Saluda a Carlitos.

“¡Hola, Carlitos!”

“Buenas tardes, Carmen. ¿Qué tal, mucho lío?”

“¡Uf! ¡Que hartita me tienen!”

Le dan dos besos.

“Pasad, pasad.”

La casa está abarrotada de gente y de ruido. Jose y Carlitos intentan avanzar por la casa, entre la marabunta de invitados. La mayoría son gitanos.

“Perdón… Disculpe… Disculpe…”

Uno de ellos se queda mirando a Jose. De pronto le da un gran abrazo.

“¡Que pasa, loco! ¿Vienes a meterle cuello a mi hermana o qué?”

Jose se sorprende al ver ante sí a Samuel.

“¡Hostia! ¡Qué tal, tío!”

“¡Uf! ¡Estoy to mamao, compare! ¡Ja, ja! En el patio están la Pita y la Pikachu. Acércate.”

“Venga, tío. Luego nos vemos.”

Continúan su camino, Carlitos va saludando a casi todo el mundo y se va quedando a tras.

Salen al jardín. Pita está rodeada de gente que la felicita y le da besos. Jose camina hacia ella, pero Goku se interpone en su camino.

“Eh, eh, eh… Ya te estás canteando demasiado, chavalote.”

“¿Qué? ¿Qué dices?”

Goku se muestra agresivo, le coge con fuerza de la nuca y acerca su rostro al suyo.

“A ver, a ver… pagaste por una noche, ¿te enteras? Otros doscientos pavos o ya te estás pirando.”

“¿No tuviste bastante con la que te dio el maricón? ¿Quieres que te parta la cara un tío de verdad?”

Goku suelta una risita chulesca.

“La vamos a tener, abuelete, y te tengo ganas. Te tengo muchas ganas.”

Jose le aparta y sigue su camino. Ve que Carlitos se ha detenido con otro grupo de gente, así que aprovecha y corre hasta Pita. Ella está hablando con algunas amigas, pero Jose se abalanza sobre ella de forma escandalosa para darle dos besos.

“¡Feliz cumple, viejuna!”

Pita le mira con mala cara.

“Gracias…”

“Ven, dime donde te dejo el regalo, que vas a flipar, es la hostia. Venga, ven.”

La coge de la mano y la arrastra lejos de las otras chicas. Pita se zafa rápido.

“El regalo mejor lo abro ahora, así te puedes largar pronto y dejarme tirada.”

“Oye, tenemos que hablar, Pita…”

“Pues sí, majo. Sobre todo tú.”

“No, no. En serio…”

Carlitos les alcanza, saluda a Pita

“¡Hola, cumpleañera!”

Se dan dos besos. Los tres quedan en silencio, incómodos, sin saber que decir. Jose rompe el hielo preguntando a Pita.

“¿Quieres una copa o…?”

“Una cerveza, por favor.”

“Carlitos, ¿Puedes traerle una cerveza, por favor?”

Carlitos queda contrariado.

“Sí, sí… Claro…”

Esperan a que Carlitos se aleje. Jose habla con firmeza.

“Tienes que alejarte de Carlitos. Pero ya. Para siempre.”

Ella le mira burlona.

“¿Ahora te vas a poner en plan celoso?”

“No, no es eso. No tiene nada que ver…”

“Somos amigos de toda la vida, Jose. No te ralles.”

Jose ve que Carlitos está hablando con Gus, éste le pasa una bolsita con pastillas. Pita continúa intentando entender a Jose.

“Joder, tío, yo quería estar contigo porque estaba harta de críos… ¡pero es que tú eres más niño que…!”

“Que no, Pita, que no. Que aquí lo importante es que no vuelvas a ver a Carlitos.”

“¿Pero por qué? ¿Cuál es el problema?”

Jose hace amago de replicar algo cuando aparece Carlitos con las bebidas.

“Una cervecita para la cumpleañera, y a ti… a ti no sabía que traerte, perdona.”

Jose ignora a Carlitos, dice a Pita.

“Por Dios… ¿¡Podemos hablar en algún sitio donde no nos den el puto coñazo!?”

A Carlitos y Pita les coge desprevenidos la rudeza de Jose. La chica responde.

“Vale, vale…”

Entran en la casa los dos solos. Pita aparta unas sillas que impiden el paso a la primera planta y sube seguida de Jose. Se encierran en el cuarto de la chica.

“Jose, ahora en serio, no entiendo un carajo de lo que dices, ¿vale? y me estás poniendo nerviosa.”

“Confía en mí, hazme caso, tú no vuelvas a acercarte a Carlitos. Júramelo.”

“¡Pero, ¿por qué?!”

“Pita, eres un encanto de niña, pero eres muy confiada… Demasiado.”

Pita camina por la habitación, exasperada. Apura su cerveza de un trago. Jose se sienta en la cama.

“Ven, siéntate conmigo.”

“¡No, Jose, no quiero sentarme! ¡Estoy cabreada, ¿vale?!”

“Vale, vale, pero siéntate.”

“¡Ayer me dijiste que me querías, que te morías por estar conmigo y ahora…! Ahora…”

Pita se siente mareada. Intenta acercarse a la cama, pero da un traspiés. Jose la coge en el aire.

“Hey, hey… cuidado.”

“M-me… m-mareo… estoy fatal…”

“Túmbate, túmbate, tranquila…”

“Jose, llama a mi madre, por favor.”

Jose no se mueve.

“No pasa nada, descansa.”

“Pero llama a mi madre. Ve, por favor.”

“Tú duerme. Duerme.”

“J-Jose… q-que estoy muy mal… muy mal… No sé que me pasa… Jose…”

Pita ve que Jose no se mueve del sitio. Se desespera. Los párpados se le caen. Cierra los ojos.

“¿Pita? ¿Pita?”

Ella no reacciona. Jose va a la puerta del cuarto y la abre. Carlitos está esperando en el pasillo. El chico se asegura de que fuera no hay nadie mirando y entra en el cuarto. Carlitos va hacia Pita, le sujeta la cara con las manos, la analiza con cuidado. Le cruza la cara de un tortazo. Jose le detiene.

“¡Eh, eh! ¿Qué cojones haces?”

“¡Asegurarme, coño!”

Jose le da el vaso vacío de cerveza de Pita.

“Ve y límpialo a conciencia. Y vigila fuera, que no entre ni Dios.”

“¿Qué dices? Yo me quedo.”

“¿Cómo que te quedas?”

“Que no me fío de ti, que no me fío.”

“¿Tú estás tonto? ¿Y si sube alguien?”

“¡Si están las sillas!”

“¿¡Las sillas?! ¡Las sillas las quitas con la punta del nabo!”

“Que no me vengas con gilipolleces. Cuanto antes te la folles antes nos vamos.”

Jose queda pensativo, no sabe que más decir.

“¿Y el vaso qué?”

“¡Déjate de vasos y dale ya, joder!”

Jose no sabe que hacer, permanece nervioso, alterado.

“¡Pues si no limpias tú el puto vaso lo tendré que limpiar yo!”

“¿¡Quieres dejar ya la mierda el vaso!?”

Jose se dirige a la puerta.

“Yo limpio el vaso, yo echo el polvo… ¡Yo todo, yo todo!

“¡Jose! ¡Jose, coño!”

Sale del cuarto, con cuidado de que nadie le vea. Entra en el baño y frota el vaso con el jabón de manos. Con rabia.

“Joder, joder… mierda, mierda…”

Regresa al dormitorio. Entra rápido, y sin hacer ruido. Dentro las luces están apagadas, las persianas bajadas. Jose intuye formas extrañas en la oscuridad.
“¿Carlitos? ¿Carlitos?”
“Espera, espera, tío.”
Jose palpa la pared, en busca de un interruptor.
“¿Qué pasa?”
“Un momento, un momento…”
Solo encuentra una lamparita pequeña, la enciende, medio cuarto continúa en tinieblas.
Carlitos se sube los pantalones y se los abrocha a toda velocidad. Pita está boca abajo, con la falda subida hasta taparle la cabeza. Carlitos le riñe.
“Tío, un poquito de intimidad.”
Jose queda perplejo, con los ojos desencajados.
“Pero… ¿que coño…? ¿qué… qué coño haces, tío?”
Carlitos sonríe.
“Joder, donde cabe una polla caben dos.”
La mirada de Jose se pasea de Carlitos a Pita, su rostro palidece.
“Dios… Dios…”
Los ojos se le llenan de lágrimas.
“Dios… Dios… no es verdad, mierda, dime que no es verdad…”
“Eh, eh, tranqui, coño, que ésta no se entera de nada.”
“No era el puto plan, Carlitos. ¡No era el puto plan, joder! ¿¡TÚ SABES LO QUE HAS HECHO, CAPULLO DE MIERDA?!”
Carlitos le hace señas para que baje la voz.
“Shhh… A ver, a ver, me estás agobiando ya, tío. Que después le damos un laxante, un diurético y las pruebas al retre…”
Jose le embiste. Lo estrella contra un mueble.
“Jose, Jose, que nos van a oír, Jose, que nos van a oír…”
Jose está fuera de sí.
“¡Hijo de puta...! ¡¡¡HIJO DE PUTA!!!”
“Para, para, por Dios, que nos oyen…”
Jose le enseña los dientes, Carlitos queda aterrado al mirarle a la cara. Intenta inmovilizarlo, tranquilizarlo. Él es mucho más grande que Jose, pero no puede detenerlo. Necesita aplastarlo con todo su peso para controlarlo un poco y le tapa la boca.
“Jose, tío, que nos matan. Por Dios, que nos matan, coño. Oye, lo dejamos, ¿vale? Te juro por Dios que nos vamos ahora mismo, pero estate quieto, por Dios, por lo que más quieras.”
Jose reacciona a las palabras de Carlitos, recupera la calma. Este continúa hablándole.
“Vale, vale, muy bien… Recogemos y… y nos vamos. Aquí no ha pasado nada. A-aquí no ha pasado na…”
La puerta empieza a abrirse.
Carlitos corre y se incorpora de un salto, para simular normalidad. Entra un niño pequeño, de apenas 4 años. Observa extrañado a los tres desde el marco de la puerta, intenta entender lo que ocurre. Carlitos reacciona con rapidez.
“Eh, chavalote. ¿Qué pasa chulo?”
El niño queda asustado.
“¿T-tita Lupe?”
“Shhh… Íbamos a darle su regalo a tu tita, y se ha quedado dormida. No hagas ruido.”
“¿Tita?”
“Eh, colega, si cierras la puerta sin hacer ruido y vienes conmigo te enseño la consola que le hemos comprado.”
La cara del niño resplandece, Jose vuelve a preocuparse.
“¿Te gustan las consolas?”
El niño asiente entusiasmado.
“Venga, ven conmigo muy despacito y…”
Jose se lanza sobre Carlitos. Grita al niño.
“¡Llama a tu padre! ¡Llama a tu padre!”
“¡Jose! ¿¡Qué mierda haces?! ¿¡JOSE?!”
Carlitos intenta tapar la boca a Jose. Éste atrapa uno de sus dedos con los dientes. Aprieta. Carlitos grita, el niño corre.
“¡Suelta! ¡Suelta, tarado de mierda, suelta!”
Forcejean, los dientes se hunden más en el dedo de Carlitos. La sangre cae por la barbilla de Jose, Carlitos chilla histérico, las mandíbulas presionan con más fuerza, el hueso cruje, Carlitos llora histérico, grita.
“¡SUELTA, SUELTA PUTO CABRÓN, SUELTA!”
Carlitos da un codazo en la cara a Jose. Una vez. Otra. Grita y golpea sin parar. Jose suelta el dedo, cae al suelo semiinconsciente. Carlitos corre tras el niño. Jose le persigue, tambaleándose.
Carlitos salta los escalones, atrapa al niño en mitad de las escaleras.
“Espera, espera, chaval. Tranquilo, tranquilo.”
El niño grita, Carlitos le tapa la boca.
“Calla. ¡Calla, joder!”
Jose salta sobre Carlitos. La boca le sangra. Intenta morderle el cuello.
“¡NO, JOSE! ¡JOSE, JODER!”
El niño forcejea, histérico, se le escurre a Carlitos de entre los dedos. El niño cae por las escaleras.
Carlitos cae de cara contra los escalones, con la herida del cuello sangrando. Jose se coloca sobre él, le inmoviliza los brazos con sus piernas. Las encías y los dientes de Jose chorrean sangre, el líquido gotea sobre el pecho de Carlitos.
“¡NO! ¡NO!”
Jose se acerca su rostro sangrante al de Carlitos. Éste chilla histérico
“¡NOOOOO! ¡NOOOOO!”
Samuel los separa, coge a Jose y lo arroja lejos de Carlitos.
“¡¿Pero que mierda pasa aquí? ¿Qué carajo hacéis?!”
El pasillo se llena de gente, aparecen por todas partes, alarmados por el llanto del pequeño. Jose intenta levantarse, pero las piernas le fallan. Una cascada de sangre le cae de la nariz, le hace toser cada vez que lucha por respirar. Algunos ayudan a Samuel a separarlos.
“Mare mía… ¿Estáis majaras o qué?”
“Pero que estamos de celebración, cojones. A matarse cada uno a su casa.”
Carlitos los observa a todos, tiene los ojos abiertos de par en par. Señala a Jose.
“Ese… ese hijo puta… tenía a Pita ahí arriba… la ha drogado…”
La gente mira a Jose, sin entender. Son tantos que algunos se amontonan ante la puerta de entrada. Jose intenta dirigirse hacia la salida, pero sigue mareado. Logra incorporarse sujetándose a uno de los muebles.
Samuel sube las escaleras seguido de alguno de sus primos. Se acercan al dormitorio de Pita. Los primeros en llegar maldicen, miran el interior del dormitorio con los ojos abiertos. Samuel no deja entrar a los que vienen detrás. Una de las chicas entra corriendo en la habitación.
“¡Prima! ¡Prima!”
Cada vez hay más gente, cada vez le entorpecen más el paso a Jose, interponiéndose entre él y la salida. Él apenas puede mantenerse en pie. Jadea por el esfuerzo, no sabe que hacer, no sabe como reaccionar ante una situación así. Más de una docena de gitanos le rodean.
Carlitos sigue gritándole.
“¡Loco! ¡Enfermo de mierda!”
Samuel corre escaleras abajo:
“¡HIJO DE PUTA! ¡HIJO DE PUTA!”
Uno de sus primos corre tras él, le inmoviliza.
“¡No, primo, no! ¡Ya está! ¡No te vuelvas loco!”
Samuel forcejea con él.
“¡¿PERO TÚ HAS VISTO A MI HERMANA?! ¡¿NO TIENES SANGRE, COJONES?!”
Jose logra apartar a los invitados, casi ha llegado a la puerta. Solo se interpone una última persona entre él y la salida. Y no se aparta.
Jose alza la vista. Esa persona es Goku.
El chico le estampa un puñetazo en la cara. Jose se desploma, sin fuerzas. Samuel le jalea.
“¡REVENTÁ A HOSTIAS A ESE HIJOPUTA! ¡COGEDLO AHÍ! ¡COGEDLO AHÍ DE UNA PUTA VEZ!”
Varios invitados se abalanzan sobre Jose, exaltados por el comportamiento de Goku y de Samuel. Lo levantan entre varios. Goku se acerca para propinarle otro puñetazo. Pero Jose le escupe en la cara. Una flema de sangre.
Carlitos da un respingo del susto.
“¡LÁVATE LA CARA! ¡CORRE! ¡LÁVATE LA CARA!”
Goku le mira extrañado, como si estuviera loco.
“¡TIENE SIDA! ¡TIENE SIDA!”
Sus captores permanecen confundidos, se miran entre ellos.
“¡LÁVATE LA BOCA, JODER! ¡QUE TIENE SIDA! ¡QUE TIENE SIDA!”
Goku da un respingo, se limpia la cara con la manga, se mete los dedos para provocarse el vómito. Los captores ven sus ropas y sus manos pringadas con la sangre de Jose. Le sueltan y se alejan asustados. Jose se hace camino a empujones. Abre la puerta. Pero Samuel le atrapa, le inmoviliza por la espalda. Todos los invitados se arrojan sobre él. Jose atraviesa una mesa de cristal de un codazo, saca la mano ensangrentada y la pasa por la cara de Samuel. Éste chilla, cae al suelo. Jose empapa con su sangre a otro de los gitanos.
“¡FUERA! ¡FUERA TODO EL MUNDO!”
Le sueltan. Pero siguen rodeándole. Jose coge un gran trozo de cristal del suelo, les amenaza con él, pero no se alejan de la puerta. Jose grita, se hace cortes en su brazo sano. La sangre sale a borbotones. Todos entran en pánico, se oyen gritos. Jose se abalanza contra los que le impiden el paso a la puerta principal mientras se hunde el cristal en el cuello. Mientras se apuñala la garganta. Los invitados quedan tan impactados que retroceden. Jose aprovecha para escapar de la casa, corre frenético, huye, con una catarata de sangre encharcando la calle.
“¡COGED LOS COCHES! ¡ID POR LOS COCHES, COJONES!”
CALLE. NOCHE
Varios coches se detienen junto a una farola. Samuel conduce uno de ellos.
“¡Eh, aquí! ¡Aquí hay sangre!”
“¡Al cercanías! ¡Venga!”
Los coches se alejan. En la esquina contraria, en la misma calle, un taxi aparca. Jose sale de entre unos matorrales, corre hacia el taxi mientras le enseña su móvil.
“¡Yo le he llamado! ¡Yo le he llamado!”
Se arroja dentro. El taxista queda pálido al verle.
“Pero muchacho… ¿Qué te han hecho?”
“Al hospital, al hospital. Al Reina Sofía.”
“El de San Franciso de Asís está aquí al lado.”
“Por eso, por eso no puedo ir.”
El taxista arranca.
“Aguanta, muchacho. Aguanta.”
Jose se escurre en el asiento, hasta que no le pueden ver por las ventanillas.

CASA PITA
La casa está hecha un caos. Hay gitanos armados sentados por todas partes.
Samuel y algunos de sus primos interrogan a Carlitos.
“¿Una dirección?…”
Carlitos niega con la cabeza. Asustado.
“…¿¡Ni dónde trabaja!?…”
Carlitos vuelve a negar.
“¡Joder, chacho!”
“¡Vale, el móvil! ¡Su número de móvil! Ese fijo que lo tienes.”
“Eso sí. Pero es de tarjeta…”
Samuel pega un puñetazo a una mesa.
“¡MIERDA!”

EPÍLOGO

Jose se despierta en el hospital, cubierto de vendas. Jessy está a su lado, con los ojos llenos de lágrimas.


Carlitos acompaña a Gus y Goku a los salones recreativos. Mientras éstos juegan y ríen mientras él se dedica a buscar monedas en el hueco de las vueltas de las recreativas.


Jose sale de su cuarto cargado de maletas. Aún está cubierto de moratones y de vendas. Jessica y su hermano se despiden de él con desgana. Jose se marcha sin ser capaz de mirar a la cara a su exnovia.
La chica se desmorona cuando Jose cierra la puerta. Se encierra en su cuarto. Mientras llora, descubre que Jose ha dejado un sobre en la almohada con su nombre. Dentro encuentra varios billetes de cien euros.
Y el papel con los resultados de las pruebas del VIH. La chica se lleva una mano a la cara mientras su rostro palidece.


En el bar, Carlitos ve como un grupo de veinteañeros se levanta de una de las mesas para marcharse. El chico vierte los restos de sus copas vacías en un solo vaso al que da un buen trago. En el otro extremo del bar está Pita. La chica observa desde su silla como baila y se divierte el resto de sus amigos, ajena al comportamiento de Carlitos, que la mira fijamente.


Jose conduce con el coche atestado de maletas y cachibaches. Las vendas le impiden maniobrar con comodidad. Aparca frente a su asociación de enfermos de VIH. Julián le ve desde la entrada y se acerca al coche a saludarle.


Carlitos se acerca a la máquina expendedora de billetes de metro. Mira a su alrededor, para asegurarse que nadie le ve. Mete el alambre en la ranura de las monedas. Lo mueve con cuidado mientras introduce la mano que le queda libre en la bandeja de recogida de los billetes.
“¡AAAHU!”
Carlitos saca la mano, tiene sangre. Se agacha para mirar dentro de la bandeja. Está llena de jeringuillas usadas.
Entre las hipodérmicas hay un papel. Carlitos saca la nota con cuidado:

‘Acabo de ahorrarte diez mil euros.’

A Carlitos le fallan las piernas. Cae. Su respiración se vuelve entrecortada y violenta. Llora histérico, grita, golpea el suelo con los puños.
Algunos usuarios le dedican una mirada rápida, otros murmuran. La mayoría se limita a pasar de largo.


















FIN


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