1º Acto
INSTITUTO.
Recreo.
Los niños juegan al fútbol y las niñas charlan en un rincón del patio mientras
comparten sus chucherías. Jose está sentado en un banco, solo, comiendo un
bocadillo. Ve que tres chicos le miran de reojo mientras sueltan risitas. Los
chicos empiezan a caminar hacia él. Jose baja la mirada, comienza a sentirse
nervioso. El más rubio de los tres le dice:
“¿Pero
que haces aquí solo, Jose?”
Él
se encoge de hombros.
“Aquí,
a lo mío.”
Ellos
se sientan a su lado. El rubio queda en la otra esquina del banco y le habla a
gritos, para que todos le oigan.
“¡Jose,
ayer vi a tu madre!”
“¿Y
a mí qué?”
“¡Tú
madre está buena, tío!”
Los
dos compinches empiezan a reír, Jose finge no escucharle. El que está más cerca
de Jose le dice al oído.
“¡Lo
que ha dicho de tu madre! ¡Que está buena, dice!”
“Pues
mejor para ella…”
El
rubio continúa.
“¡Tú
seguro que te haces pajas pensando en tu madre! ¿Eh? ¡¿A que sí?! ¡¿A que sí?!”
Vuelven
a reír.
“Jose,
que el Antonio dice que te haces pajas pensando en tu madre.”
“M-me
da igual…”
“¡Y
le miras las tetas cuando se ducha! ¡Ja, ja, ja!”
“¿Tú
has visto lo que te ha dicho, Jose? ¿No le vas a decir nada?”
“¡¡¡QUE
ME DA IGUAL!!! ¡¡¡COÑO!!!”
Los
tres estallan en carcajadas y cantan:
“Míralo,
míralo,
Ya
está cabreaooo
Míralo,
míralo,
Ya
está cabreaooo…”
Jose
se aguanta el enfado sordo mientras le gritan en la oreja. Antonio, el rubio,
pide silencio a sus amigos.
“Jose,
¿no te habrás enfadado de verdad? ¡Que es una coña! ¿Cómo vamos a saber cuándo
te molestan las cosas si no lo dices? Las cosas hay que hablarlas, tío.”
Jose
permanece pensativo. Decide hablar, pero con los nervios las palabras le salen
entrecortadas.
“Que…
que… a ver… que os pasáis el día… riéndoos de mí… Y delante de todo el mundo.
Y… y… encima…
Antonio
y sus amigos dicen al unísono:
“¡TRES!”
Y
empujan a Jose con las caderas, lo tiran del banco. Ríen a carcajadas. Pero las
risas cesan cuando escuchan a Jose llorar y gritar de dolor. Los niños quedan
pálidos, a uno se le saltan las lágrimas. Jose ha caído en un arriate de piedra
con mala postura y todo el peso de su cuerpo ha quedado sobre el tobillo. Tiene
el pie del revés.
Le
escayolan en el hospital acompañado de una profesora, no paran de caerle
lágrimas por la cara mientras se sorbe los mocos. Un policía entra en la
habitación para hablar con él. Le pide en tono tranquilo que le cuente lo
ocurrido. Jose dice al policía que se tropezó.
La
profesora habla con Jose, intenta hacerle ver que aquello es más que una broma
o una gamberrada, si deja que le hagan algo así se lo harán siempre. Jose
permanece callado, con la mirada clavada en el suelo.
Jose
lleva una enorme y pesada mochila a la espalda, tira de ella mientras usa las
muletas para subir las escaleras del instituto. En su escayola solo hay dos
firmas. Sus compañeros pasan a su lado y se limitan a dedicarle una mirada.
Suena
el timbre de entrada, los chicos se dirigen a clase y Jose se queda a tras
porque no puede seguirles el ritmo. Al girar el pasillo se encuentra con
Antonio y sus dos compinches. Jose contiene su rabia y sigue adelante,
ignorándoles. Los chicos quieren disculparse, saben que se pasaron de la raya.
Jose sigue avanzando. Antonio insiste, le jura que se acabaron las coñas, para
siempre. Pero quiere dejar claro que tampoco es culpa de ellos, es que Jose se
lo deja a huevo para que se rían de él… Sus dos colegas le chistan para que
calle.
Jose
se detiene. Aprieta los dientes. Los puños. Grita y se gira con las muletas en
alto. Golpea la cabeza de Antonio. Sus amigos huyen despavoridos. El chico cae
al suelo, mareado. Jose vuelve a la carga, lanza otro golpe. Antonio alza un
brazo para protegerse. Pero llega tarde, el metal impacta de nuevo en el
cráneo. Le abre una brecha. El chico queda con la mirada perdida, indefenso.
Jose sigue ante él, con la muleta en alto, ciego de rabia.
Se
contiene un instante, pensativo.
“¿¡Pero
qué cojones te crees que haces!?”
La
profesora que le acompañó al hospital camina hacia él con paso decidido. Jose
la mira con los ojos fuera de las órbitas, con actitud amenazante. La mujer le
cruza la cara de un bofetón.
“¡Loco
de mierda!”
Jose
baja la mirada, pero sigue agarrando la muleta con fuerza. La profesora se
arrodilla para atender al chico herido, da la espalda a Jose.
“Antonio,
Antonio, ¿me oyes? No pasa nada, no pasa nada.”
Jose
observa con atención la nuca de la profesora. Relaja el gesto y se deja caer en
un banco del pasillo.
La
profesora habla con Jose y con sus padres en su despacho. Jose permanece
hermético, cabizbajo. La directora explica la situación.
“He
visto barbaridades en mi vida, los chicos cada vez están más salvajes. ¿Pero
esto? Un chico de 13 años abriéndole la cabeza a otro a golpes…”
“¿¡Qué?!”
“Dios
mío…”
“No,
no. Es peor todavía. Es que Antonio estaba en el suelo, indefenso, apaleado
como un perro.”
“¿Antonio?
¿El hijo de Toñi la del quiosco?
“A
ver, a ver, sería una peleílla de nada, lo normal entre chavales de su edad… Es
que usted lo está exagerando mucho.”
“No,
no. ¿Exagerando? ¿Exagerando dice?”
La
directora va hasta Jose, le quita una de las muletas y se la muestra a los
padres. Está manchada de sangre.
“Me
cago en… la puta…”
“Dios
mío… Jose…”
Los
padres quedan atónitos, comparten una mirada de preocupación. El padre habla a
Jose.
“¿¡Pero
a ti que coño te pasa por la cabeza!?”
“Luis,
Luis, tranquilo, espera. A ver… Jose, hijo, cuéntanos tú lo que pasó, ¿vale?
Despacito y bien.”
Jose
queda pensativo. Pero se limita a encogerse de hombros.
“¡Pero
que mierda es esa! ¡¿Te has vuelto gilipollas?!”
“Luis,
por favor…”
“¡Que
yo conozco a la madre de ese chaval! ¿¡Con qué cara le voy a comprar yo ahora!?
¿Eh? ¡Te voy a decir una cosa, niñato, si aquí vale repartir hostias las
próximas te las vas a llevar tú! ¡A ver que cojones te parece!”
A
Jose se le humedecen los ojos. La directora interviene.
“Vale,
por favor. Vamos a dejar que Jose vuelva a clase, ¿vale? Mejor hablemos a
solas.”
Jose
se levanta ayudado por las muletas, abre la puerta.
“¡Cuando
vuelvas a casa tú y yo si que vamos a hablar a solas! ¡Vamos a hablar hasta que
se me caigan las manos! ¡Niñato!”
Jose
cierra la puerta tras de sí, con actitud sumisa. En el pasillo todos los chicos
del instituto le miran y cuchichean. Jose camina cabizbajo. Uno de sus
compañeros le da unas palmaditas en la espalda.
“¡Con
dos cojones, si señor!”
Jose
le sigue con la mirada mientras se aleja, intenta comprender a que ha venido
ese comentario. Otro compañero le grita desde lejos.
“¡Muy
buena, tío! ¡Muy buena!”
Jose
le devuelve el saludo con un gesto forzado. Un grupo de chicas se ponen a
caminar junto a él.
“¡Hey,
Jose!”
“¿Vas
a inglés?”
“Hmm…
S-sí.”
“Oye,
¿qué te han dicho de lo de Antonio?”
“Bueno…
pues… ¿Qué me van a decir?”
“Tú
no te ralles, ¿eh? que Antonio es un gilipollas. Le tenías que haber dado hace
mucho.”
Se
despiden al entrar en el aula, Jose se dirige a su pupitre. Se encuentra
sentados en su mesa a los dos amigos de Antonio. Estos se levantan y se le
acercan.
“¡Qué
pasa, Swarzeneger!”
“¡Que
calladito te lo tenías!”
Le
saludan con entusiasmo, Jose no sale de su asombro.
“Dios,
chaval, que cara de loco tenías cuando fuiste por Antonio.”
“¡Yo
me cagué, te lo juro!”
Los
dos chicos sueltan una carcajada, Jose también sonríe.
“Oye,
que después nos acercaremos a ver a Antonio a su casa, ¿te apuntas?”
Jose
queda boquiabierto, se muestra desconfiado.
“No
sé… a mí me parece que a Antonio… verme no le va a hacer mucha gracia…”
“A
ver, Antonio se va a enfadar porque se tiene que enfadar…”
“No
te va a reír la gracia encima, ¿sabes?”
“…pero
que no es tonto, que sabe que él se lo ha buscado, no pasa nada.”
“Y
después nos vamos al parque, y nos fumamos unos petillas.”
Jose
duda.
“Es
que… mi padre ya está muy cabreado…”
“Venga…
Vente, tío. Que van a estar la Jessi y todas las niñas.”
Jose
echa un vistazo al grupo de chicas con las que venía hablando por el pasillo.
“Y…
¿a qué hora vamos?”
“¡Aaaah!
¡Ahora que hay tías si que vienes, ¿eh?!
“¡Como
te ha cambiado la cara, qué cabrón!”
“¡Ja,
ja!”
Los
tres ríen y uno de los chicos le da un golpecito en el hombro a Jose en tono
amistoso.
Fin Capítulo 1
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