miércoles, 20 de julio de 2011

Operado del pito


El médico me expuso en un lenguaje sencillo y tranquilizador todos los pasos de mi operación. No tenía ninguna complicación, el único inconveniente sería llevar una sonda durante un mes. Al principio me resultaría molesta, pero después de una semana todo el mundo se acostumbra y podría hacer mi vida con tranquilidad. Le pregunté si sería posible hacer ejercicio mientras llevase la sonda, ejercicios suaves y estáticos con pesas, abdominales... me aseguró que no veía ningún motivo para que no fuera posible.

El siguiente mes fui incapaz de moverme. Dormía en el sofá, comía en el sofá, y si alguien dejaba una botella abandonada entre la tele y mi campo visual me limitaba a mirar al techo. El más leve movimiento me despedazaba por dentro. Solo me movía para ir constantemente al ambulatorio, del ambulatorio al hospital, del hospital a casa, de casa a urgencias... Pocas sensaciones son peores que tener una sonda atascada. La vejiga se hincha, todos los órganos desde los riñones hasta la uretra te presionan y parecen reventar. Y no es nada comparado con tener una erección... El pene levanta ese gigantesco tubo rebosante de líquido cuyo punto de apoyo está dentro de tu cuerpo, incluso intenta elevar la bolsa repleta de orina. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

Para impedir que la sonda se salga de tu cuerpo, el extremo que se encuentra dentro de la vejiga tiene forma de ancla. Si tienes una erección la uretra se cierra presionada por los músculos llenos de sangre, éstos atrapan la sonda con fuerza. Yo tenía una herida de 15 centímetros en mi uretra hecha por la operación, con cada leve movimiento sentía como aquel tubo hurgaba en mi carne. Y los músculos del pene crecen, y tiran de la herida, y tiran del ancla, la arrastran por mi interior. Te araña, llenándote de nuevas heridas que crean costra. La siguiente erección mueve el ancla, el ancla arranca las costras, las heridas quedan al descubierto, y las costras atascan la sonda, y el orín deja de salir.

Yo hacía de todo para evitar las erecciones, dormía con cubiteras en los genitales, y me envolvía los testículos con esparadrapo. La erección tiraba del esparadrapo y el esparadrapo tiraba de mi espeso vello púbico. Calculé que el dolor sería tan terrible que la erección remitiría. Bueno, acerté a medias...

Mi sonda llevaba atascada más de 12 horas. Mi padre se negaba a llevarme a urgencias porque la sonda siempre se desatascaba a mitad de camino y estaba cansado y desesperado y ahogado por el calor de agosto. El dolor y el terror que yo sentía hacían que mi sudor fuera hielo. Como no podía moverme del sofá mi único modo de protestar era gritar y gritar hasta que mis padres vieron que aquello era grave y, una vez más, nos dirigimos al ambulatorio.

Allí no consiguieron desatascarme, así que fuimos al ambulatorio del pueblo vecino. Pero se vieron en la misma situación, así que tuvimos que dirigirnos en coche a las cuatro de la mañana a la ciudad más cercana, en busca de un hospital al que no sabíamos llegar mientras la hinchazón de mi vientre comenzaba a dar miedo ¿cuánto líquido puede contener una vejiga humana?

Pronto comprobaría que la situación podía empeorar, y mucho. La velocidad del coche descendió lentamente, mi padre estaba totalmente desconcertado. Uno de los pilotos del salpicadero parpadeaba. Era imposible, no se puede tener tanta mala suerte.

El coche quedó muerto en mitad de la autovía, yo a punto de morir, mi madre gritaba a mi padre, mi padre gritaba al servicio de carretera por teléfono. Saqué la pierna con la bolsa de orín fuera del coche, si el atasco remitía la bolsa desbordaría y el coche de mi padre era caro. No podía más, aquella puta cosa me desgarraba, me carcomía las tripas. Y ocurrió el milagro: mi vejiga empezó a vaciarse. Pero el líquido del tubo no se movía, yo no entendía nada. La presión obligó al orín a salir por el pequeño recoveco que había entre la sonda y las paredes de mi uretra, obligándola a ensancharse aún más. Pero de allí no salió orín. Tenía la vejiga repleta de sangre. Miré a mis padres, estaban pálidos, muertos de miedo. Quise decir algo para tranquilizarles:
"Mierda... el coche...". Salí y regué de sangre el arcén.

El hombre de la grúa bajó bostezando. Se espabiló de golpe al verme cubierto de tubos y sangre reseca. Mi padre se le tiró encima, le dijo que a la mierda el coche, que me llevase al hospital. La cara del hombre era indescriptible, se sentía superado. Tampoco sabía donde estaba el hospital y estaba de guardia él sólo, no podía dejar su puesto.

Mi padre lo tenía agarrado por los brazos cuando llegó uno de mis tíos para recogernos. Decidimos ir directamente al hospital en el que me habían operado, aunque había más de una hora de distancia.

Eran las fiestas populares y urgencias estaba abarrotado de comas etílicos y sobredosis,  tuve que esperar más de tres horas. Sin comer, sin beber, sin dormir...

Cuando me dejaron en la habitación obligué a mis padres a que se fueran a descansar, poco me podían ayudar si también enfermaban. Una enfermera con el carrito de las medicinas me dijo que mi médico estaba en una operación muy complicada y tardaría mucho, le habían encargado que me diese mi medicación. Yo le pregunté:
- Pero ¿él sabe que estoy aquí, esperándole? ¿verdad?
Ella se encogió de hombros.
- Y yo que sé.
Cogí una pastilla del montón y me la tomé. La enfermera estaba impaciente.
- No, no, no. No una. Todas.
El frasco estaba lleno, debía haber unas 20 pastillas. Me negué en redondo, no iba a meterme todo eso en el cuerpo. La enfermera me enseñó los papeles con insistencia ¿Ahora le iba a enseñar como hacer su trabajo? el médico firmaba que tenían que darme una dosis diaria de 200 mg y el del laboratorio especificaba claramente que cada pastilla contenía una dosis de 10 cg. Yo le expliqué, muy despacio, que mg son miligramos y cg son centigramos, y que 200 mg equivalen a 20 cg. Dos pastillas, no 20. La chica, al ver su error, se echó a reír. Yo le dije.
- Perdone, pero una enfermera debería estar atenta a estas cosas.
- ¡Ah, si yo no soy enfemera!
Y se marchó a la siguiente habitación.

Después vino una chica que fue capaz de cambiarme las sábanas conmigo en la cama. Me vieron más mujeres el pito en ese mes que en toda mi vida.

Un camillero me preparó para llevarme con mi médico y hacerme unas pruebas. Colgó mi bolsa de la sonda a un lado de la cama-camilla.
- Perdona, pero que sepas que esa bolsa es de mi sonda. Va conectado a mi... a mi pene ¿vale?
- Que si, que si, que no pasa nada.
- Tú ten cuidado, por Dios.
Fueron incontables las veces que la bolsa podría haberse enganchado: puertas, pacientes, sillas, picaportes, ascensores, carritos... El camillero se pasaba el rato mirando el culo a las enfermeras y a las pacientes y me decía a cuantas se había follado. A todas.

Después de las pruebas me dejaron descansar en la sala de post-operatorio. Estaba rodeado de gente infestada de tumores y operadas a corazón abierto. Miré sus caras y sentí vergüenza, yo era un simple aficionado.

Al día siguiente la enfermera me comunicó que por fin iban a quitarme la sonda mientras me remangaba la bata del hospital hasta la cintura y dejaba mi pito al descubierto.
- Perdone ¿Y sabe a que hora van a...?
Ya tenía mi sonda en la mano. La sonda ya no estaba. No podía creerlo, era libre.
- Bueno, si la próxima vez que orine hay algún problema avísenos.
Disfruté unos minutos de mi dulce emancipación dando paseos por todos los pasillos y poniéndome unos calzoncillos por primera vez en un mes. Después me senté con mis padres, el tiempo pasó muy despacio, en silencio.
Y me levanté de la silla. Ellos me miraron expectantes.
- ¿Dónde vas?
- Bueno, ha llegado la hora.
- ¿Podemos... bueno, te importa si tu padre y yo...?
Llevaban casi un mes cuidando de mí, limpiando meados, llevándome al hospital a las tantas de la madrugada. Querían ver el fruto de su trabajo.
- Claro.
Me puse en pie ante el water y me la saqué. Era extraño, sentí nostalgia. Mi padre y mi madre miraban fijamente mi pito. Estaban nerviosos, aquello tardaba demasiado. Yo solo podía pensar en ¿cómo coño funcionaba?
Por fin noté un cosquilleo.
- ¡Ya viene! ¡Ya viene!
Aquella celestial y exorbitante cascada dorada iluminó mi alma. Era el chorro más portentoso que había visto en mi vida, salpiqué por todas partes. Mis padres me abrazaron, saltaron de alegría. Yo solté una carcajada, aullé y grité al mundo. Yo era el número uno. El puto amo.

Había hecho pipí.


FIN

lunes, 18 de julio de 2011

Espárrago Rock

1

El “Espárrago Rock” es un festival de música perfecto para acampar, pasar un buen fin de semana con los amigos y cogerse unas cogorzas de campeonato. Una chica de mi grupo tenía que ir al baño, que era como llamaban al bosque más cercano. Le pedimos que aprovechara el viaje para pedir una bolsa de hielo a algún otro grupo. Ella está buenísima, así que siempre se encargaba de esas cosas, si pedía un vaso de plástico volvía cargada de patatas, coca-cola, ron...

La vimos dirigirse a un grupo chicos, esforzándose por caminar en línea recta. Se quedaron con la boca abierta al ver a aquel ángel sentándose junto a ellos. La mitad del grupo le babeaba la oreja, la otra mitad se mataban por darle la bolsa de hielo. Mientras charlaba con ellos tranquilamente mi amiga se bajó los pantalones, se bajó las bragas, se puso de cuclillas y empezó a cargar. Seguía hablando, sonriendo y gesticulando mientras se limpiaba el culo con unos clínex. Cogió la bolsa de hielo, dio las gracias y les dejó la montaña de mierda y de papeles en medio del campamento.

Y no era la más borracha de nuestro grupo...

2

El novio de otra de las chicas también fue al “baño” y tardaba en volver, estábamos preocupados. Uno de los chicos del grupo vecino vino a vernos.
- Oye ¿ese tío es tu colega?
El novio de mi amiga estaba con ellos, fumando petas, bebiendo y charlando. Yo asentí.
- Por el amor de Dios ¡Llévatelo, tío!
Me acerqué a él, el chaval estaba soltando un discurso desde hace horas mientras se trincaba todas sus bebidas. Menuda paciencia tenían aquellos chicos... El novio de mi amiga se alegró tanto de verme que me dio un gran abrazo. Yo señalé nuestro grupo y le dije.
- Vente con tus colegas, tío, te echamos de menos.
Entonces el chico miró nuestro grupo, después el grupo en el que estaba sentado. La información tardó un buen rato en llegar a su cerebro.
- ¡Ostia! ¿Pero quién coño son estos tíos?

3

Era tarde, nos fuimos a dormir. Mi amiga me despertó en mitad de la noche, su novio había vuelto a desaparecer, no lo encontraba por ninguna parte. Yo bostecé.
- ¿Has mirado en el “baño”?
Nos separamos para buscar mejor por el bosque. A los pocos minutos la escuché gritar, insultar, chillar. El novio estaba con los pantalones bajados, de cuclillas. Y dormido. Se había quedado dormido mientras cagaba.
- ¡GUARRO! ¡CERDO! ¡ASQUEROSO! ¡MAMARRACHO!
Lo cogimos por debajo de los hombros para llevarlo a la cama. Se despertó.
- Hmm... n-n-ena... cari... para...
- ¡HIJO PUTA! ¡MIERDOSO! ¡SUBNORMAL!
- Cari... todavía...  todavía no me he limpiado...
Debía haber cuatro o cinco minutos desde aquel lugar hasta nuestro campamento. Hice el recorrido en menos de tres segundos.

El final de la historia me lo contó mi amiga en el desayuno, al día siguiente. Tiró a su novio sobre un tronco con el culo en pompa. El tío estaba tan borracho que no había llevado ni papel. Ella cogió puñados de hojas secas y con ellas le limpió el culo. Mi amiga le gritaba e insultaba. Cada vez que él empezaba a roncar ella cogía un palo y le pegaba. Él se despertaba, volvía a gritarle, cogía otro puñado de hojas secas y volvía a dormirse.

3

Mientras desayunábamos mi amiga me confesó que no era la primera vez que su novio le hacía algo así:
- Pues habíamos salido dos o tres veces ¿sabes? y coge y me invita a pasar un fin de semana solos en un hotel. Yo pienso, mira el flipao éste, pero si él quiere dejarse la pasta...
- Ya ves, pues de puta madre.
- Y los dos allí todo el día día bim-bam, bim-bam, toma, toma. Y el último día estamos abrazaditos en la bañera, con velas, en plan mimoso, y de repente que noto algo en la espalda. Algo caliente. Miro el agua... ¡y está amarilla, tío!
- ¡Venga ya!
- ¡Yo flipando, claro! Pienso lo normal, pobre que se le ha escapado un chorrito, que vergüenza estará pasando que apenas nos conocemos ¿sabes? Y le miro. Y el muy gilipollas, porque no tiene otro nombre, con una sonrisa de oreja a oreja y mirándome en plan “¡qué cachondo soy!” Y, claro ¿qué le digo? Pues me levanto y, qué le voy a decir: “¡SUBNORMAAAAAL!”
- ¡Jaja!
- Y le tiro a la cabeza todo lo que pillo. Pero solo hay esos botecitos de champú de mierda, que parece que los dueños de los hoteles sean gnomos, y como no le duele, más que me cabreo, claro. Y me dice, atención: “Perdona, cari. No pensé que te ibas a enfadar tanto” ¡TAN-TO! Bueno... cojo la toalla. La meto en bañera llena de meao...
- Ay, Dios mío. No me lo creo...
- ...le correteo por la habitación dándole toallazos como una loca. Y cuando se me pasa el cabreo y miro la habitación... Bueno... las paredes llenas de meao. La moqueta. Las sábanas. ¡Yo estaba llena de meao!
- Joder, como se te va la olla...
- Espera, que él está en un rincón de la habitación, lleno de moratones, hecho una bolita. Le tiro lo que queda de toalla y le digo: “Cuando vuelva quiero la habitación más limpia que cuando llegamos al hotel”. Y le dejé allí solo. Con su meao. Que se joda.
Chocamos las manos en señal de victoria. Su novio salió de la tienda de campaña de un salto con una gran sonrisa.
- ¡Que pasa, chavales! Macho, esto de dormir al aire libre es la ostia, descansas como un bendito.





FIN


lunes, 4 de julio de 2011

MENDIGO

PASEO MARÍTIMO. EXT / NOCHE
Un mendigo de veintipocos años tiene su top manta puesto en un paseo marítimo muy concurrido. Intenta animar a la gente a que compren los palitos fluorescentes que vende con desparpajo y alegría.
MENDIGO
¡Me lo quitan de las manos! ¡Esto es la semana fantástica, señores!
Una niña pequeña observa hipnotizada el brillo de los fluorescentes. El mendigo se le acerca.
MENDIGO
¡Pero que cosita más guapa! Y con buen gusto, si señor.
La madre coge a la niña y la aparta del puesto.
MADRE
María, no molestes.
MENDIGO
No, no pasa nada señora.
Le ofrece uno de los fluorescentes.
MENDIGO
Un regalo para la nena, es gratis, por ser tan simpática y tan bonita.
MADRE
No, gracias, ya tiene muchos juguetes. Gracias.
El mendigo ve como la madre tira de la niña para llevársela cuanto antes.

PASEO MARÍTIMO. EXT / NOCHE
El paseo marítimo está casi vacío. El mendigo come una lata de atún con las manos, pasa los dedos por la lata y se relame las gotitas de aceite que quedan impregnadas. A su espalda está la playa y las dunas de arena.

PLAYA. DUNAS. EXT / NOCHE
El MENDIGO camina a oscuras por las dunas de la playa, cargado con su petate y alejándose del paseo marítimo. Ve a un grupo de jóvenes charlotear alegres junto a una hoguera. Tienen aspecto surfero, pero su ropa es de marca. El mendigo se acerca a ellos, son DOS CHICOS y DOS CHICAS.
MENDIGO
Que pasa, gente.
ATLETA
Que pasa, tío.
El que habla es el chico de aspecto más moderno y atlético, aunque todos se muestran sonrientes y hospitalarios.
MENDIGO
¿Tenéis... algún porrete por ahí, figura? Que tengo los ojos como dos pistachos.
Ellos le ríen la gracia, sobretodo el chico que permanece en silencio, que tiene cara de inocentón.
ATLETA
Estamos pelados, macho.
MENDIGO
No jodas... Que aquí todos somos hermanos y tal. Un par de caladitas ¿eh? hay que pensar en verde.
Ellos vuelven a reír.
ATLETA
Mala suerte, macho.
El mendigo se encoje de hombros.
MENDIGO
Que le vamos a hacer... Pues me tendré que follar a tu piba.
Solo el chico con cara de inocente ríe esta vez, los demás quedan un poco desconcertados. El desconcierto se vuelve terror cuando el vagabundo saca una navaja.
ATLETA
¡Hey, hey, tío, tranqui! ¿vale? estamos... estamos de buen rollo ¿vale?
MENDIGO
Que no pasa nada, que no pasa nada. Ven, niña.
El vagabundo agita la navaja con indiferencia cerca de la cara del chico atlético, está a punto de cortársela. Éste retrocede de un salto, tropieza. El vagabundo camina hacia las dos chicas, la guapa mira aterrorizada la navaja, al vagabundo, su respiración se acelera. El chico atlético está congelado, no sabe que hacer. Pero el vagabundo coge a la otra chica, más gordita y desarreglada.
MENDIGO
Venga, rubia.
La chica gordita empieza a chillar, su amiga guapa queda contrariada.
GORDITA
¡NO, NO! ¡AYUDADME, POR DIOS! ¡NO ME DEJEIS, NO ME DEJEIS!
Mira al chico inocentón con los ojos llenos de lágrimas, éste sigue sin reaccionar. El chico atlético es el único que hace algo.
ATLETA
Oye, tío, déjate de gilipolleces ¿vale? somos... somos cuatro, joder. Y dos tíos. O te piras o la vamos a tener ¿te enteras?
El mendigo le mira divertido, sigue su camino sin molestarse en responder. El chico atlético mira al inocentón, pero éste ni siquiera se ha levantado. El vagabundo tira de la chica en dirección a unos arbustos.
GORDITA
¡NO! ¡POR DIOS, POR DIOS, HACED ALGO, POR DIOS, NO ME DEJEIS, NO ME DEJEIS!
El atleta vuelve a gritarle:
ATLETA
Espera, mierda, espera... ¡ESPERA, COÑO!
El vagabundo le mira impaciente.
ATLETA
Oye... hmm, tío... ¿Eres... eres seropositivo?
Todos sus amigos están tan absortos en la situación que no entienden nada.
MENDIGO
¿Eh?
ATLETA
Q-que... que si tienes VIH, joder.
El vagabundo sonríe.
MENDIGO
¡Ah! Si, si, claro que tengo, tío. Tranqui.
El chico busca entre sus bolsillos, le tira un preservativo. El vagabundo lo mira extrañado.
ATLETA
Por favor, póntelo ¿Vale? Te lo suplico.
El vagabundo se encoge de hombros.
MENDIGO
Venga, Rubia, píllalo ¡Así vas calentando las rodillas! ¡Jaja!
Cuando ella se agacha a recogerlo el vagabundo se sitúa detrás y hace movimientos obscenos a espaldas de la chica, mira las caras de los chicos en busca de alguna risa cómplice. Todos permanecen serios, pero el chico afable termina cediendo y fuerza una sonrisa.
Los tres ven impotentes a su amiga llorando y pataleando hasta desaparecer tras la oscuridad y los arbustos. El chico atlético camina de un lado a otro.
ATLÉTICO
¡Mierda, mierda! ¡Qué hacemos, qué hacemos...! ¡Decid algo!
El inocentón se pone un cigarro en los labios y le ofrece otro al atlético.
ATLETA
¿Estás tonto? ¡A tu novia la están violando! ¡Qué mierda te pasa!
El chico se enciende su cigarro, va a guardar el otro en la mochila. El atlético le detiene.
ATLETA
Mierda, trae, trae...
Le quita el cigarro y se lo enciende. Se sienta junto a él.
ATLETA
El hijo de puta ese ahí, y nosotros nos fumamos un piti... Joder... ¡De puta madre! ¡Joder!
Da una calada a su cigarro, sigue nervioso.
ATLETA
No se oye una mierda... ¿es normal? Joder ¿Y si la ha matado?
La chica guapa le corta.
GUAPA
¡Cállate, ostia!
ATLETA
Yo voy a mirar.
GUAPA
¿Estás tonto? Lo vas a cabrear.
ATLETA
Es verdad, es verdad... joder...
Él queda pensativo. Señala a la chica.
ATLETA
Tienes que ir tú.
GUAPA
¡¿Perdona?!
ATLETA
Si voy yo pensará que intento jugársela. Contigo no se asustará.
GUAPA
Si, claro, tú le tienes tan acojonado...
El chico se levanta de un salto.
ATLETA
¡Mierda! ¡Ve de una puta vez y ya está! Me cago en... ¡la ostia!
La chica no se mueve, se queda refunfuñando, mirando con odio al chico atlético. Éste camina con pasos cortos, le consumen los nervios.
ATLETA
Mierda, por qué tarda tanto, mierda...
La chica guapa le espeta.
GUAPA
Si fueses tú ya estaríamos en el coche.
El chaval se le tira encima
ATLETA
¡¿Quieres cabrearme?! ¡¿Eh?! ¡¿Te parece un buen momento para tus putas mierdas?!
La chica aparta la mirada, asustada.
GUAPA
Que machito eres contra una chica...
El chico inocentón llama su atención mientras señala a los matojos.
INOCENTÓN
Eh, tíos. Eh, eh.
El vagabundo baja por la duna, los tres se levantan al verle.
ATLETA
¿Dónde coño está Sara?
MENDIGO
¿Hmm? Ahí arriba. Le tiemblan demasiado las piernas para bajar.
Le guiña un ojo.
ATLETA
¡Lárgate de una... puta vez, hijo de puta!
MENDIGO
Hey, hey, tranqui tíos. Haced el amor y no la guerra.
El mendigo suelta una carcajada, el atleta le enseña el dedo corazón.
MENDIGO
¡Eh, eh! esta zona es chunga ¿Qué esperabais? Podría haber sido peor y lo sabéis. Mira ¿y si acampo aquí con vosotros? ¿eh? sin rencores.
ATLETA
P-pe-pero... ¡Puto loco de mierda cabrón! ¡Que te pires de una puta vez! ¡Que te pires, ostia!
El vagabundo se encoje de hombros y levanta una mano con dos dedos mientras se aleja.
MENDIGO
Paz, hermanos ¡Jaja!
Se marcha. Los chicos cogen uno de los palos de la hoguera a modo de antorcha y corren a buscar a su amiga. La encuentran escondida, hecha un ovillo. Llorando. Ninguno se atreve a acercarse.
GORDITA
¿Po-podéis tirarme mi mochila, por favor? Llevo ropa limpia...
El chico con cara de inocente sale corriendo a buscarla. Ninguno sabe que decir. El inocentón da la mochila a la chica guapa, ella se la acerca a su amiga.
GORDITA
Hmm... Daos la vuelta, por favor.
Los chicos obedecen. El atleta está muy afectado, aprieta los puños y las lágrimas le recorren la cara.
GORDITA
¡¿Y mi tabaco?! Mierda... ¡¿DÓNDE, DÓNDE ESTÁ MI PUTO TABACO!? ¡ME QUEDABAN DOS PITIS, COÑO! ¡¿DÓNDE!? Dónde... dónde...
Los chicos cruzan una mirada, muertos de vergüenza. El inocentón está tan incómodo que necesita decir algo:
INOCENTÓN
El c-cabrón del vagabundo nos lo robó...
La chica vuelve a sollozar, a chillar. Ellos se giran, la guapa está tirando la ropa que llevaba la gordita tan lejos como puede. Ésta vuelve a llorar. Las lágrimas no paran de caerle por el rostro.
GORDITA
Me quiero ir con mi madre... Me quiero ir con mi madre...
El chico inocente se arrodilla junto a ella, intenta animarla.
INOCENTÓN
S-Sara, Sara, cariño. Solo es tabaco...
La chica guapa y el chico atlético no pueden creer lo que acaban de oír, la gordita tampoco. Le mira con ojos desorbitados. Estalla.
GORDITA
Vaya... ¡Vaya novio! ¡Vaya hombre! ¡Una mierda me habría defendido mejor! ¡Dónde están tus cojones, maricón! ¡Ni siquiera has levantado el puto culo del suelo! ¡Puto inútil de mierda!
La chica guapa la abraza, ella se aferra a su amiga con fuerza. El chico inocentón agacha la cabeza. Su amigo sigue llorando.
ATLETA
Es culpa mía, lo siento, es culpa mía... tendría q haberle echado huevos, solo era un yonki... ¡ostia!
La chica guapa es la más serena.
GUAPA
Sara, mi niña, sé que esto es una mierda, pero hay que llamar la policía...
GORDITA
Ni de coña, vamos, eso ni de coña, ni de coña...
GUAPA
O hacer... alguna foto ¿sabes? de marcas, heridas... Vamos a joder a ese cabrón ¿vale? Vamos a joderle la puta vida.
GORDITA
No, no, no... no hay ninguna marca. El subnormal ni se empalmó. No me hizo nada, no pasó nada.
Sus amigos quedan petrificados, en shock.
GUAPA
¿Qué?
El chico inocente enrojece de furia.
INOCENTÓN
¡¿Tanto lloriqueo de mierda por nada?!
GORDITA
¡¿Por nada?! ¡Por nada dice el hijo de puta! ¿Y-y el susto? ¿y... y...?
INOCENTÓN
¡El susto nos lo hemos llevado todos! ¡Así que corta el rollo y menos lloros!
La chica gordita intenta pegarle, pero el atleta se interpone entre ellos.
ATLETA
¡Eh, eh! ¡Ya! ¡Se acabó! ¡A la mierda! ¿vale? ¡A la mierda! Nos vamos, y a casa, y... y ya está ¿vale? A tomar por culo con todo. A tomar por culo.
Los demás no saben como reaccionar.
GUAPA
¿Y-y ya está? ¿Dejamos que se pire y ya está?
El atleta se encoge de hombros, tiene los ojos húmedos.
ATLETA
¿Y qué coño hago? Dime... ¿Qué coño hago? Porque no tengo ni puta idea... ¿Qué... qué coño puedo hacer?
Los chicos vuelven a su campamento, en silencio. Apagan el fuego y meten la comida sobrante en la nevera portátil.





FIN