El lecho
nupcial
Adaptación del relato de
Horacio
Quiroga
1. FACHADA
IGLESIA. DÍA.
Una pareja
de recién casados sale de la Iglesia. La gente les tira arroz hasta que
consiguen llegar al coche de caballos que les espera.
Los novios
se despiden de los invitados mientras se alejan.
2. CARRILES.
ATARDECER.
El coche
de caballos recorre los carriles de las afueras del pueblo. El marido fuma su
pipa mientras observa el paisaje. Sus más de cuarenta años contrastan con la
juventud de ella, que apenas llega a los veinte. Es una chica rolliza,
voluptuosa. Lleva la cabeza apoyada con ternura en el hombro de su marido.
La chica
ve algo que le hace soltar una expresión de asombro:
“¡Oooh!”
Cruzan la
entrada de una opulenta mansión, con una gran fuente y sinuosos jardines que se
extienden hasta donde alcanza la vista.
La chica
queda intimidada. Dice a su marido con voz preocupada:
“J-Jordan…”
Él la
escucha con atención mientras da una calada.
“Quería…
Quería pedirte perdón. P-por si no se me da demasiado bien… Bueno… Lo de esta
noche.”
El marido sonríe
lozano.
“¡Ja, ja!
Tranquila, todo irá bien.”
“Es que… No
aguanto bien el dolor, y mi madre…”
Jordan le
besa las manos.
“Confía en
mí.”
La chica,
aliviada, le devuelve la sonrisa.
3. DORMITORIO.
DÍA.
La chica
permanece recostada en la cama, con aspecto febril. El médico le abre la boca
con un palito mientras ella dice:
“Aaah…”
El doctor habla
a la pareja con semblante serio.
“Mi
diagnóstico…”
Y añade
con una gran sonrisa:
“¡Una
noche de bodas demasiado movidita! ¡Ja, ja, ja!”
El médico
comienza a guardar su instrumental en el maletín.
“La
próxima vez contrólate un poco, semental.”
Jordan
continúa preocupado.
“¿Seguro
que no es grave? ¿Seguro?”
“Son los
nervios de la boda. Que se tome la medicación y que descanse mucho.”
La joven
dice al doctor con una sonrisa llena de ilusión.
“¿D-doctor?
¿Y no puede ser que… que esté embarazada?”
El doctor
la mira con una sonrisa fraternal.
“Pero que
ricura de cría. Volveré en unos días. Cuídemela bien.”
4. JARDÍN.
DÍA.
Alicia
descansa sentada en un butacón del patio. Continúa débil. Jordan le acerca un
plato con fruta que acaba de pelarle.
La chica
devora la fruta con ansia. Jordan queda impresionado por su apetito. Ella dice
ruborizada.
“D-disculpa…”
“No, no.
Me alegra verte con tan buen apetito.”
…
5. COMEDOR
MANSIÓN. NOCHE.
Jordan
mira a su esposa boquiabierto. La chica acaba sus platos con voracidad.
Pregunta a la sirvienta con la boca llena.
“¿Puedo
repetif, pof favof?”
La
sirvienta asiente con una leve reverencia. Jordan coge a su esposa de la mano.
“Alicia,
ahora que estás recuperada… ¿qué te parece si la semana que viene hacemos
nuestro viaje de novios? ¿Te gustaría?”
El rostro
de la chica se inunda de felicidad. Asiente a las palabras de su marido
mientras le aprieta la mano con entusiasmo.
…
6.NOCHE.
Jordan
estornuda, se despierta con su propio ruido. Ve que está completamente
destapado.
“Alicia, te
has quedado toda la manta…”
La joven
no reacciona a sus palabras. Permanece en silencio.
“¿Alicia…?”
El hombre
retira las sábanas del rostro de la chica. Está pálida, temblando. El hombre le
pone una mano en la frente. Queda asustado.
“Mi vida,
¿estás bien…? ¡Mi vida!”
…
7. DÍA.
El médico queda
completamente atónito al volver a reconocerla. La chica ha empeorado mucho,
apenas tiene fuerzas ni para hablar, su rostro se ha vuelto macilento.
El doctor
lleva al marido a un lado, visiblemente alarmado. Se seca la frente con un
pañuelo.
“¿H-ha
tomado la medicación?”
“Se la di
yo mismo.”
“¿Y… y ha
guardado reposo absoluto?”
“Bueno,
anoche se encontraba mejor y bajó a…”
“¡Absoluto
significa AB-SO-LU-TO!”
El marido queda
chocado por la actitud del médico, asiente a sus órdenes en silencio. El médico
dice mientras se remanga:
“Por
favor, dígale a sus sirvientes que me preparen la habitación de invitados.”
…
8. NOCHE.
El médico
coloca sanguijuelas en el inconsciente cuerpo de Alicia ante el preocupado
Jordan.
…
9. NOCHE.
El médico
practica una transfusión de sangre a la chica de Jordan.
…
10. NOCHE.
Jordán usa
una palangana para lavar a la chica. El médico la sujeta para que pueda
mantenerse incorporada.
La joven
solo lleva puesto un pequeño camisón que deja al descubierto sus extremidades.
El cuerpo de la chica se encuentra monstruosamente marchito. Cadavérico.
“M-mamá…
Mamá…”
Sus pechos
y sus curvas han desaparecido, sus miembros apenas tienen el grosor de sus
huesos.
“Mamá…
Mamá…”
Jordán
entrega el trapo usado al médico, éste le entrega uno limpio y lava el sucio en
la palangana.
11.
DORMITORIO. DÍA.
La chica
ha perdido todo su color, sus pómulos rosados se han convertido en un esquelético
y gris semblante. Su rostro se ha consumido hasta tal punto que es todo ojos.
El médico
le acaricia el cabello. Un enorme mechón queda entre sus dedos.
“¿Ve,
doctor? ¡Se le cae a puñados! ¿Qué puede ser?”
El médico
permanece en silencio.
“¿Doctor?”
Una
lágrima cae en las sábanas. Jordan ve estupefacto como el doctor se arrodilla
ante la cama y toma la mano de la mujer.
“Lo
siento… N-no sé que más hacer… Lo siento. Lo siento…”
El doctor
llora junto al cuerpo moribundo de Alicia. El marido aprieta los dientes con
rabia. Agarra al médico del cuello.
“¡FUERA DE
MI CASA!”
Jordán lo
arrastra por el cuarto
“Lo
siento, l-lo sien…”
Lo arroja
fuera del dormitorio. La asistenta corre detrás del médico.
“¡FUERA DE
MI CASA, MATASANOS!”
12.
DORMITORIO. NOCHE.
Jordan
está hundido. Oculta su rostro tras sus manos. Su aspecto es casi tan
lamentable como el de su esposa.
Los ojos
de la joven están fríos. Muertos. Cubren su rostro con una sábana.
Uno de los
sirvientes se acerca a Jordan.
“Disculpe,
señor. ¿Le parece bien que llevemos a cabo los preparativos para el velatorio?”
Éste le
responde con gesto desganado, para indicarle que le es indiferente.
El
mayordomo y otro ayudante usan la sábana bajera a modo de camilla, trasladan el
cuerpo fuera de la habitación.
La
asistenta se acerca a la cama con sábanas limpias. Toma el almohadón. Se
sorprende al notar que apenas puede levantarlo, tiene que sujetarlo con fuerza.
“¡AAAH!”
Suelta el
almohadón con un grito y éste cae pesadamente sobre el piso. Su señor observa
extrañado, se acerca a la sirvienta.
Ésta se
acaricia una de sus manos mientras solloza.
“A-algo me
ha picado…”
Jordan
escudriña la zona dolorida. La mano está intacta, no hay marca de ningún tipo.
Lanza un
vistazo al almohadón mientras coge un abrecartas del escritorio. Pero duda
antes de acercarse. Tiene miedo. Entrega el abrecartas a su sirvienta.
“Abre el
almohadón.”
La
sirvienta se pone pálida, niega con la cabeza.
“No… No…”
El señor
le obliga a coger el abrecartas. La arrastra hasta el almohadón.
“¡NO! ¡NO!
¡SE LO SUPLICO! ¡SE LO SUPLICO!”
Su señor
la arrodilla por la fuerza. Acerca el rostro de la chica almohadón.
Los
sollozos de la sirvienta llenan la sala. Alza una mano temblorosa armada con el
abrecartas.
Da un tajo
a la almohada.
Retrocede
de un salto, se refugia a los pies de su señor. Ambos permanecen expectantes.
La
hendidura del almohadón empieza a moverse. Unas largas, afiladas y velludas
patas de insecto se asoman a través de la abertura. Se agitan con pesadez en el
aire.
“D-Dios…”
Unos
sonidos guturales y estridentes emergen del interior del almohadón.
“¿Q-qué…
qué es esa cosa…?”
Las patas
quedan rígidas. Y los sonidos desaparecen. Las patas caen inertes a los lados
de la abertura.
El señor
da un paso adelante, para analizarla con más exactitud.
“E-está
muerta…”
El hombre
no puede apartar los ojos de la criatura.
“Creo…
creo que ha reventado.”
FIN
Basado en el relato
“El almohadón de plumas”
De Horacio Quiroga
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